lunes, 21 de mayo de 2018

La Energía Interior





Junto a una crepitante hoguera, y al amor de su lumbre, seguiré hablando del aceite de oliva, pero en esta ocasión en su dimensión espiritual. ¿Qué significa esa unción con aceite que forma parte de los rituales de distintas organizaciones religiosas? ¿Cuál fue su sentido original? Nunca me han convencido las explicaciones que ofrecen las grandes religiones, y he tratado de  llegar a la fuente. En el trayecto se me ocurrió una idea...





En una nota anterior hablé del aceite de oliva de un modo general, y me comprometí a abordarlo más adelante desde un punto de vista religioso. En esta nota de hoy expresaré mis impresiones acerca del uso sacramental del aceite de oliva, y de su significado profundo. Son simplemente mis  intuiciones, y puedo estar totalmente equivocado, pero me pareció interesante compartirlas. Voy a empezar con un fragmento del Evangelio según San Mateo:



  Parábola de las Diez Virgenes 


"Sucederá entonces con el reino de los cielos como lo que sucedió en una boda: diez muchachas tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; en cambio, las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les dio sueño a todas, y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche, se oyó gritar: “¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” Todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: “Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.” Pero las muchachas previsoras contestaron: “No, porque así no alcanzará ni para nosotras ni para ustedes. Más vale que vayan a donde lo venden, y compren para ustedes mismas.” Pero mientras aquellas cinco muchachas fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él en la boda, y se cerró la puerta. Después llegaron las otras muchachas, diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” Pero él les contestó: “Les aseguro que no las conozco.” "Manténganse ustedes despiertos" —añadió Jesús—, "porque no saben ni el día ni la hora."
Mateo 25:1-13



                                   

Desde los tiempos prehistóricos, el hombre asoció la grasa animal, y más adelante también la vegetal, a la bendición divina, y a la energía, sobre todo a la de orden psíquico. Por poner sólo algunos ejemplos,  los habitantes de las islas Andamán vierten grasa de cerdo sobre los niños para hacerlos más fuertes, así como los chamanes del oriente de Rusia utilizan la grasa de oso o de ballena, animales de una enorme  fuerza, para ungir el cuerpo de los enfermos.
Los árabes del este de África se untaban el cuerpo con grasa de león para adquirir valentía: siempre la misma asociación entre unción y fuerza.

En las religiones animistas se usaba a tal efecto no solamente la grasa animal, sino también la humana. Posteriormente, en muchas culturas, la grasa animal sería sustituida por las grasas vegetales, como es el caso del aceite de oliva en todas las culturas del Mediterráneo.





La religión cristiana heredó los ritos de la unción, que integró en su sistema de creencias, otorgándole un carácter sacramental. Ya en el cristianismo primitivo a los catecúmenos que se preparaban para el bautismo se les ungía con aceite consagrado. Posteriormente la Iglesia extendió el uso de la unción a todo aquello que juzgaba digno de ser bendecido: ungió a reyes y a dictadores, y a toda clase de objetos.



En la parábola de las diez vírgenes, que transcribí más arriba, se ve hasta qué punto el aceite forma parte de la tradición cristiana.

De hecho, el candil, la lámpara de aceite a la que se refiere la parábola, fue uno de los principales medios de iluminación artificial de la antigüedad, y su combustible, por lo general, era el aceite de oliva (aunque también funcionaba con aceite de pescado, por ejemplo).  




Es un dato revelador que, según se estima, los candiles más primitivos se construyeran hace cincuenta mil años utilizando piedras ahuecadas en cuyo cuenco se colocaba una porción de sebo o grasa que se prendía para dar luz. 

En base a todo lo expuesto hace algunos días tuve una idea, una intuición que voy a exponer aquí; la grasa, el sebo, la manteca y el aceite que se utilizan en los rituales de unción sólo simbolizarían una cosa: el potencial de energía interior que nos hace falta para que la llama de la conciencia superior, que otros podrán llamar tal vez espíritu, iluminación, satori, samadhi, etc. se encienda en nosotros. 
La idea es simple: si no hay combustible, llámese aceite, esperma de ballena (que también se ha usado para ese fin), o petróleo, no es posible que haya fuego.
Y ¿qué pasa con nuestra mente? Si observamos nuestro día a día, veremos que disipamos nuestra energía interior en múltiples conflictos; la gastamos en cantidad de ilusiones, preocupaciones, deseos,  temores, entretenimientos... hasta el punto que nos queda muy poco potencial para que se de un profundo despertar interior, cómo el que proponen muchos líderes espirituales. En la siguiente parábola, Jesús parece querer hacer hincapié en este punto: si tu atención está atrapada por mil otros asuntos, si te has volcado tanto en tu negocio, tu familia, tu música, tu hobby, tu trabajo, etc. que no puedes atenderme, nunca podrás experimentar la vivencia que te estoy brindando: 


Parábola de los convidados a la cena

Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.
Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos.
Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado.

Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.
Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.
Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.
Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Vé pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.
Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.
Dijo el señor al siervo: Vé por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.
Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.

Lucas 14:7-24







Resumiendo, si mi  intuición se corresponde con la realidad, la unción representaría un estado de conciencia, una disposición interior en la que uno se mantiene íntegro y no dispersa su energía interior corriendo tras multitud de reclamos externos. En ese estado de conciencia sería posible que se enciendiera la lámpara del corazón. 
Si esto es así, de poco sirve que alguien se embadurne a diario de grasa de oso o de mantequilla, o que otro le administre unas gotas de aceite de oliva en la frente, si su vida está llena de grietas por las que se echan a perder cantidades ingentes de energía interior. Seguirá siendo una lámpara sin aceite. 






A veces al Buda se le representa con una llamita ardiendo encima de su cabeza; esta imagen de la iluminación espiritual no es privativa del budismo. Así relata San Pablo la iluminación de los apóstoles en Pentecostés:



"Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar.

De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban.

Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos;

quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse."



Hechos, 2









                             Juan Carlos









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