jueves, 6 de diciembre de 2018

Televisores "tragaperras" en los hospitales



El que les presento aquí es un borrador para un artículo que quiero publicar en la prensa de mi ciudad. Trata de los televisores de pago en los hospitales. Me entristece mucho ver a  personas de escasos recursos pasar días y días en su cama con la tele apagada ante si, por no poder pagarla... a mi me parece que negarle eso a un paciente es como negarle un vaso de agua a un sediento. Quisiera saber vuestra opinión antes de publicarlo, y también si se les ocurre algo más que debería añadir.
Para quien no lo sepa, la definición de "tragaperras" según la RAE es "Máquina de juegos de azar que funciona introduciendo monedas." 
La música es del grupo Egg y se titula "A Visit to Newport Hospital".









Hace unos meses, en las habitaciones de los pacientes del Hospital Doctor Negrín de esta ciudad, fueron instalados nuevos y sofisticados televisores de pago, con conexión a internet incluída, y dotados de un brazo articulado fijado a la pared, para que sean de más fácil manejo para el paciente.  

Yo, que soy un trabajador de dicho centro, siempre he encontrado discutible que se le cobre a un enfermo por un servicio como este, pese a que el ministerio de Sanidad considere que "la opción de televisión en las habitaciones hospitalarias es una prestación de ocio que no está integrada en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud (SNS)". 

¿Prestación de ocio? Dicho así suena como si se le pretendiera montar a los pacientes un casino, un bingo o un salón de máquinas tragaperras estilo Las Vegas... cuando se trata únicamente de ofrecerles  televisión gratuita, algo que hasta los presos de las cárceles tienen.  

No es que yo simpatice mucho con la "caja tonta", apodada popularmente con el afectuoso diminutivo de "tele", pero hay casos en los que indudablemente puede ofrecer ciertos beneficios. 

Muestran las estadísticas que en la sociedad moderna la tele es el principal  medio de entretenimiento escogido por la población. Para muchos, pasar un rato o incluso unas horas delante de la tele es un hábito, una rutina diaria y en algunos casos una verdadera adicción.

Hoy, en plena era informática, en la que cada uno anda metido en su móvil, su tablet o su portátil, a la tele se la asocia a menudo al calor  del hogar, pues las familias suelen darse cita ante el televisor para ver una película, un partido de fútbol, etc. llegando a reemplazar este electrodoméstico   a la chimenea o la hoguera de antaño.
  
En cualquier caso, la tele es sin duda el principal recurso utilizado por las personas para evadirse del ajetreo cotidiano, con sus problemas y quebraderos de cabeza, muy por encima de la lectura, la música y otras actividades recreativas. 
 No se trata de un entretenimiento más: es el entretenimiento por excelencia, el entretenimiento Rey de este autodenominado "mundo civilizado".  

Viéndolo desde esta perspectiva, ¿cómo se supone que se podrá sentir una persona que tenga la desdicha de verse, de un día para otro, encerrada en un hospital, con su vida laboral, social y familiar suspendidas de modo indefinido, o tal vez truncadas para siempre? ¿Qué hacer,  cómo ocupar el tiempo cuando se está postrado en una cama, y con muchas horas, días, semanas por delante, sin tener la menor idea de cuando ese estado de cosas se acabará?

En ocasiones el paciente tendrá a su favor el haber cultivado el hábito de la lectura, o de tener alguna otra afición, como la música, por ejemplo; o quizás la meditación y el silencio le sean más gratos que cualquier  forma de entretenimiento. 
Pero el paciente medio tendrá a la tele como su mayor o tal vez único aliado para ahuyentar la amargura, la soledad, y el temor. 

Para mi lo ideal sería ver menos tele y dedicarle más tiempo a actividades más enriquecedoras y creativas, pero a una persona que de pronto se ve "abducida" de su realidad cotidiana para, acto seguido, "aterrizar" en una cama de hospital, no se le puede pedir que se plantee un cambio tan abrupto justamente en una situación tan crítica.






Según un estudio realizado por el hospital Cedars-Sinai, de California, Estados Unidos, alrededor de uno de cada tres pacientes hospitalizados muestra síntomas de depresión, lo que podría afectar sus resultados clínicos. 
Este estudio fue publicado en el Journal of Hospital Medicine, una acreditada revista médica, y entre otras cosas explica cómo la salud mental puede jugar a favor o en contra de la recuperación de los pacientes e incidir en la eficacia de las terapias pautadas en cada caso.

Entonces, ¿Cabe clasificar la tele dentro de la categoría de objetos prescindibles, cuya única función es la de entretener? ¿O habría que incluirla también entre aquellos que pueden contribuir a la recuperación del paciente?  

Ojo, no estoy insinuando con esto que para mi la tele sea la panacea que cura todos los males (al contrario, pienso que mal utilizada  puede llegar a tener efectos muy nocivos). 

He podido comprobar por mi mismo que  siempre que se emite un partido de fútbol por la tele, en las plantas de hospitalización, disminuye sensiblemente el número de pacientes que tocan el timbre para pedir un calmante. Tienen su atención centrada en algo que les hace olvidar sus males. En cuanto concluye el partido, empiezan a llamar todos casi al unísono: de repente, a uno le duele la pierna, a otro el estómago, a un tercero la cabeza, etc.  

Estoy seguro de que cualquiera que lleve tiempo trabajando con enfermos confirmará lo que estoy diciendo.

¿Y no es mejor esto que recurrir de forma sistemática a calmantes, tranquilizantes, antidepresivos y pastillas para dormir? 

Dicen que ofrecer la tele gratuita a los pacientes supone un costo demasiado elevado para la seguridad social... me permito dudarlo. En cualquier caso, se me ocurre que podría haber otras alternativas. ¿Qué tal, por ejemplo, la de darle un bono gratuito de dos o tres horas diarias de tele a cada paciente, y que lo que exceda ese tiempo lo pague él de su bolsillo? Dejo ahí la idea a la atención de quien corresponda.




Nota: Finalmente me he propuesto de nuevo publicar este texto,  tras un largo período en el que estuve centrado en otras cosas. Este es el artículo, con varias modificaciones, que acabo de enviar al periódico "Canarias 7".   Ya les diré si lo publican:             



"Hace unos meses, en las habitaciones de los pacientes del Hospital Universitario "Doctor Negrín", fueron instalados nuevos y sofisticados televisores de pago, con conexión a internet incluída, y dotados de un brazo articulado fijado a la pared, para que sean de más fácil manejo.  Eso si, las tarifas también se han “modernizado” bastante.
Yo, que soy un trabajador de dicho centro, siempre he encontrado discutible que se le cobre a un enfermo por un servicio como este, pese a que el ministerio de Sanidad considere que "la opción de televisión en las habitaciones hospitalarias es una prestación de ocio que no está integrada en la cartera de servicios del Sistema Nacional de Salud". 
¿Prestación de ocio? No estamos hablando de montar un casino, un bingo o un salón de máquinas tragaperras, sino de ofrecer a los pacientes  televisión gratuita, algo que hasta los presos de las cárceles tienen.
  
Muestran las estadísticas que en la sociedad moderna la tele es el principal  medio de entretenimiento escogido por la población; su recurso favorito para evadirse del ajetreo cotidiano, con sus problemas y quebraderos de cabeza, muy por encima de la lectura, la música y otras actividades recreativas. 
 No se trata de un entretenimiento más: es el entretenimiento Rey. 

¿En qué ocupará su tiempo una persona que tenga la desdicha de verse, de un día para otro, encerrada en un hospital, con su vida laboral, social y familiar suspendidas de modo indefinido, o tal vez truncadas para siempre? ¿Qué hacer cuando se está postrado en una cama, con muchas horas, días, semanas por delante, sin tener la menor idea de cuando ese estado de cosas se acabará?
En ocasiones el paciente tendrá a su favor el haber cultivado el hábito de la lectura, o de tener alguna otra afición, como la música, por ejemplo; o quizás la meditación y el silencio le sean más gratos que cualquier  forma de entretenimiento. 
Pero el paciente medio tendrá a la tele como su mayor o tal vez único aliado para ahuyentar la amargura, la soledad, y el temor. 
Para mi lo ideal sería ver menos tele y dedicarle más tiempo a actividades enriquecedoras y creativas, pero a un enfermo no se le puede pedir que se plantee un cambio tan abrupto justamente en una situación tan crítica.
Según un estudio realizado por el hospital Cedars-Sinai, de California, Estados Unidos, alrededor de uno de cada tres pacientes hospitalizados muestra síntomas de depresión, lo que podría afectar sus resultados clínicos. 
Este estudio fue publicado en el Journal of Hospital Medicine, una acreditada revista médica, y entre otras cosas explica cómo la salud mental puede jugar a favor o en contra de la recuperación de los pacientes e incidir en la eficacia de las terapias pautadas en cada caso.
Entonces, ¿Cabe clasificar la tele dentro de la categoría de objetos prescindibles, cuya única función es la de entretener? ¿O habría que incluirla también entre aquellos que pueden contribuir a la recuperación del paciente?  
He podido comprobar por mi mismo que  siempre que se emite un partido de fútbol por la tele, en las plantas de hospitalización, disminuye sensiblemente el número de pacientes que tocan el timbre para pedir un calmante. Tienen su atención centrada en algo que les hace olvidar sus males. En cuanto concluye el partido, empiezan a llamar todos casi al unísono: de repente, a uno le duele la pierna, a otro el estómago, a un tercero la cabeza, etc.  
Estoy seguro de que cualquiera que lleve tiempo trabajando con enfermos confirmará lo que estoy diciendo.
¿Y no es mejor esto que recurrir de forma sistemática a calmantes, tranquilizantes, antidepresivos y pastillas para dormir? 
Además, es muy triste ver a  personas de escasos recursos pasar días y días en su cama ante una tele apagada por no poder pagar... me parece  como negarle un vaso de agua a un sediento.
Si la seguridad social no quiere asumir ese gasto en su totalidad ¿Qué tal, por ejemplo, si se le diera un bono gratuito de dos o tres horas diarias de tele a cada paciente, y que lo que exceda ese tiempo lo pague él de su bolsillo? Dejo ahí la idea a la atención de quien corresponda."



                      el Canario






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