martes, 8 de mayo de 2018

El simbolismo del puente



         



Dejándonos transportar por las notas de esta bellísima Toccata de Pietro Domenico Paradisi, hablaremos de antiguos puentes, de su simbolismo ancestral, y tal vez terminemos subiendonos a la barca de Siddharta Gautama, o cruzando un célebre y emblemático paso de cebra. 


       
             


Por todo lo largo y ancho del territorio español podemos encontrarnos, tanto en áreas urbanas como en las rurales, con construcciones como estas. Puentes de mampostería, en forma de arco, que han resistido el paso del tiempo sin perder su solidez y su firmeza. Muchos de ellos son obra de los colonos romanos que ocuparon la península ibérica convirtiéndola en  provincia del Imperio. Después de milenios, estos puentes aún siguen siendo transitables.  

En su austera sencillez, han servido para que hombres y bestias cruzaran ríos y despeñaderos sin casi correr riesgos, acortando el trayecto hacia su lugar de destino. Algunos se han ido poco a poco confundiendo con el paisaje y la vegetación, mimetizándose bajo líquenes y musgos, entre plantas trepadoras y arbustivas, hasta el punto de que ya casi no parecen obras de cantería. 





Otros se levantan gallardos, casi intactos; parecería que el paso de los siglos,  y las asperezas del clima no hayan hecho ninguna mella en ellos. 





En la tradición, los puentes tienen un profundo significado simbólico. Podían representar el paso a la otra orilla entendida como el más allá, la otra vida. Y también el paso del estado de la conciencia convencional al de la conciencia iluminada.

El cruzar el puente, leído en esa clave, implicaría un morir a todo ese mundo de ilusiones y espejismos en el que se agita la mente común, para emprender el tránsito hacia el esclarecimiento.





Es revelador en ese sentido, el significado original de la palabra latina Pontífice (Pontifex). El Pontifex (literalmente, "hacedor de puentes") al parecer fue inicialmente un funcionario imperial que vigilaba y cuidaba de  los puentes sobre el rio Tiber.








Más adelante, el término adquirió un significado más abstracto; el de constructor de puentes entre lo humano y lo divino, entre el "más acá" y el más allá. 
Entonces se dieron en llamar pontífices a los que ostentaban la autoridad religiosa dentro del imperio romano.

 Luego, la joven secta del judaísmo que en poco tiempo se convirtió en religión oficial del Imperio, fue tomando lo que le pareció conveniente de las religiones paganas que había erradicado, haciendo suya, entre otras cosas, la costumbre de llamar Pontifice a la máxima autoridad eclesiástica.





La figura del puente recuerda también a la del arco iris, que en el antiguo testamento representaba la paz y la concordia entre Yahvé y los hombres, algo así como un puente entre cielo y tierra.





La misma carga simbólica que tienen el puente y el acto de cruzarlo, se puede trasladar a la imagen del barquero que nos lleva a la otra orilla del río.

En la mitología griega, Caronte, el barquero del Hades, transportaba a los muertos con su barca al otro lado del  Aqueronte.

Según la tradición, también el Buda fue barquero durante un tiempo, y la otra orilla adonde conducía a sus pasajeros representaba, en este caso, la mente iluminada. 




Para terminar, también los pasos de cebra guardan muchos parecidos con los puentes: son espacios dentro de los cuales podemos transitar directamente y con una relativa seguridad de un lado al otro de una calle. "La otra orilla", aquí se convertiría entonces en "la acera de enfrente".
Y a lo que quiero llegar es a la imagen de portada del último álbum de los Beatles, Abbey Road.





En ella se ve a los cuatro de Liverpool, en fila india con Lennon a la cabeza, cruzando el ya histórico paso de cebra.
A mi esa imagen siempre me ha causado  un vago sentimiento de misterio, que nunca había sido capaz de descifrar.




Pero creo que ya empiezo a entender qué era lo que me trataba de transmitir ese sentimiento: los cuatro Beatles, tal vez de modo inconsciente, ya presentían entonces la proximidad de su ocaso como banda, y del final de la época y del estilo de vida que representaban. Verlos cruzar juntos ese paso de peatones, me sugiere un salto en el vacío, un viaje hacia lo desconocido, dejando atrás un estado de cosas que ya no daba más de si. Se podrá saber lo que se deja atrás, pero nunca lo que uno se va a encontrar de ahí en adelante: tal vez un renacer,   tal vez la total aniquilación.
Me despido con otra versión de la Toccata de Paradisi:











                                el Canario




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