Hoy les presento un álbum que he recuperado después de muchos años, pero que nunca había llegado a olvidar.
Lo compré en vinilo en los '70 por un precio irrisorio, dejándome guiar por la intuición, porque no conocía ninguno de los nombres de guitarristas que aparecen en la portada. Recientemente he averiguado que fue un álbum de culto en EEUU, a la lumbre del cual se formaron muchos guitarristas estadounidenses, entre ellos algunos de los más grandes del country y el bluegrass.
Artista: Varios
Álbum: Anthology Of The Twelve String Guitar
Año: 1968
Género: country, bluegrass,instrumental
Duración: 22:50
Nacionalidad: EEUU
Lista de Temas:
01. Bull Duram / Glen Campbell
02. Nashville / Mason Williams
03. 12 String Guitar Rag / Bob Gibson
04. Saints Soul Song / Jim (Roger) McGuinn
05. Color Him Folky / Howard Roberts
06. My Little Maggie / Joe Maphis
07. Blues Wail / Billy Strange
08. Honey Miss Me When I’m Gone / Mason Williams
09. Cottonfields / Howard Roberts
10. Six By Twelve / Joe Maphis
02. Nashville / Mason Williams
03. 12 String Guitar Rag / Bob Gibson
04. Saints Soul Song / Jim (Roger) McGuinn
05. Color Him Folky / Howard Roberts
06. My Little Maggie / Joe Maphis
07. Blues Wail / Billy Strange
08. Honey Miss Me When I’m Gone / Mason Williams
09. Cottonfields / Howard Roberts
10. Six By Twelve / Joe Maphis
Yo tuve este vinilo... fue a comienzos de los '70; Entonces yo era un crío con acné, con un montón de interrogantes en la cabeza, y con los Beatles sentados sobre sus respectivos tronos en el rincón más sagrado de mi mente. Pese a ese culto a los Beatles que no dejaba apenas espacio para otra cosa, a veces hacía descubrimientos que ampliaban mi horizonte. Esta es la historia de uno de mis hallazgos musicales más afortunados.
En General Bravo, antigua calle de Las Palmas, mi ciudad, justo donde hace esquina con la Plaza San Bernardo, había en esa época una tienda ubicada en una casa antigua (cómo casi todas las casas en la zona de Triana). La tienda se llamaba "El Kilo de San Bernardo",(y aún existe, pero ya no se encuentra allí). El edificio tenía dos plantas comunicadas por una estrecha escalera -creo recordar que con gradas de madera-, y toda la casa, en general, era estrecha y alargada, como si fuera un largo pasillo. La planta baja estaba repleta de grandes rollos de tela. Había telas por todas partes, de todos los colores y diseños, dispuestas sobre anaqueles, mesas y estanterías. Y también toallas, cortinas, pañuelos, etc.
En la planta alta creo recordar que había de todo: juguetes, artículos del hogar, etc. pero lo más curioso para mi fue descubrir, en medio de todo aquello, una pequeña sección de discos.
Además, no eran discos conocidos: daba la impresión de que fuera una partida que habían recibido a cambio de alguna otra cosa (al ser esta una ciudad portuaria, el trueque llegó a ser una práctica frecuente con las tripulaciones de los barcos), y con la que no sabían muy bien qué hacer. En medio de esos vinilos, de cuyos autores no tenía ningún conocimiento, me sentí atraído por uno que tenía en su portada una guitarra de 12 cuerdas con su estuche abierto: Antología de la guitarra de doce cuerdas, era su título, y a mi siempre me había fascinado el sonido cristalino de esas guitarras. Había como una docena de discos iguales a ese, y dudé si comprarlo o no: no había manera de poderlo escuchar allí, para saber si realmente era bueno. Cómo estaba muy barato, no recuerdo exactamente el precio, pero quizás unas 200 pesetas, al final corrí el riesgo de malgastar mi siempre escaso capital, y lo compré.
Cuando llegué por fin a casa, lo puse en mi viejo tocadiscos Dual, y me detuve a escuchar. Desde aquel día lo habré reproducido miles de veces. Y recuerdo que Marcos, un compañero de ultimo curso de bachillerato, también lo tenía, y como además tenia una de esas guitarras, hasta había aprendido a tocar algunos riffs del disco, los días en los que no se iba a surfear a la playa. También lo había comprado en el Kilo de San Bernardo.
No se donde iría a parar ese disco, pero recuerdo que al final, de tanto escucharlo, terminó bastante deteriorado.
Después de muchos años, vuelvo a recuperarlo. Me sigue gustando mucho: su música es honesta y directa, sin artificio. El sonido metálico de las cuerdas, por si mismo, es suficiente para darle vida a una canción. Ahora estoy escuchando Little Maggie. Cuando la escuchen, ustedes comprenderán lo que intento decir.
Glenn Campbell, el más grande entre los guitarristas de sesión de la Costa Oeste de Estados Unidos, es el que abre el fuego con el primer tema, Bull Duram. Le sigue toda una corte de talentosos guitarristas, de lo mejor de EEUU en aquellos tiempos, que nos deleitarán con unas piezas sencillas pero realmente hermosas, casi siempre valiéndose tan sólo del sonido alegre y vibrante de una guitarra de doce cuerdas.
el Canario
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