La Hypnérotomachia Polifili o Sueño de Polifilo de Francesco Colonna es uno de los libros más fascinantes y enigmaticos del mundo clasico.
Les ofrezco a continuación mi traducción de un artículo publicado en la Revúe Britannique, en junio de 1881 donde el arqueólogo galo Sosthène Grasset D'Orcet nos ofrece su interesante interpretación de dicha obra. El artículo se basa en la traducción francesa de Mr. Claudius Popelin. Al ser muy extenso, lo iré publicando en varias entregas.
Esta es mi primera traducción del francés al castellano de un escrito de tal envergadura, y soy plenamente consciente de haber empezado con un "hueso muy duro de roer" para un principiante.
No obstante, como la cuestión de la que trata realmente me apasiona, lo he traducido con el máximo esmero y he puesto todo mi cuidado en que el resultado fuera más que presentable. No gano nada con esto, salvo la satisfacción de hacer algo que me gusta y tal vez de rescatar una clave perdida para ofrecérsela a las nuevas generaciones. En ese caso estoy seguro de que muchos le sacarán mucho más provecho que yo.
Pido perdón desde ya por los eventuales errores que seguramente habrá en esta traducción y les invito a que, si encuentran alguno, me ayuden bondadosamente a corregirlo, para provecho de futuros lectores.
Se que a muchos, como a mi, les escandalizará ver a tanto cura y rey asesino suelto en esta historia... yo pienso que probablemente fue a causa de tanta maldad que se acabaron perdiendo esas claves de la sabiduría antigua de las que habla el autor (si es que alguna vez las hubo). No se les debe echar perlas a los cerdos.
En cualquier caso, incluso en esta época incierta en la que nos ha tocado vivir, sigue habiendo personas dignas. Por eso publicaré esto en la esperanza de que les pueda ser útil a otros.
El Sueño de Polifilo
I
Hay nombres literarios que nunca desaparecen de la gran cartelera humana. Son los de aquellos artistas cuyas obras reúnen a la vez un conocimiento lo suficientemente profundo y una expresión lo suficientemente conmovedora como para interesar, en al menos un aspecto, a todas las clases sociales. Tales son, en los tiempos modernos, Dante, Rabelais, Cervantes y Goethe.
No es sin intención que he reunido a estos cuatro grandes genios que también son tan diferentes. Todos ellos han revelado tan sólo la mitad de su secreto al público, reservando para un círculo infinitamente restringido de afiliados la comprensión completa de su trabajo. Goethe, el último de ellos, murió a mediados del siglo XIX. Multitud de detalles indican que perteneció a la misma sociedad misteriosa que sus ilustres predecesores, y que fue uno de sus últimos supervivientes, y, sin embargo, por razones que todavía nos es imposible dilucidar, creyó que debía llevarse consigo la clave de todos los misterios que sembró con tanta profusión en su Fausto, y en ambas partes de su novela Wilhelm Meister. Esta última, sobre todo, muestra unas tendencias iluministas muy marcadas, y es poco probable que Goethe no perteneciera a esa secta de los Iluminados tan extendida en el último siglo en Alemania; pero ¿Quién puede decir hoy qué eran los Illuminati y cuál era su doctrina?
Se sabe perfectamente que ejercieron una influencia considerable sobre la masonería política que hizo la Revolución. De hecho, al afiliarse a las Logias del Rito Escocés, los Illuminati no les transmitieron nunca su secreto, que desaparecería con ellos, e incluso añadiría que, aunque hubiesen querido, les habría sido muy difícil comunicárselo, porque este secreto era tanto artístico como científico, y porque las logias masónicas del siglo XVIII, cuyos herederos hoy parecen ser los únicos representantes de la gran masonería universal de la Edad Media, ni siquiera estaban compuestas por personas de la misma profesión, y por lo tanto no podían poseer el verdadero secreto de la maestría, tal como existía en la masonería del compañerismo. De modo que no podemos seguir su rastro más allá de Cromwell, que parece haber sido su creador por intermediación de su secretario Milton, quien realmente perteneció a la autentica franc-masonería.
Su poema El Paraíso Perdido, indica claramente que formaba parte de los Sirenés, título común a las tres clases altas en las que solo se admitían nobles, sacerdotes y soberanos, es decir todos aquellos que tenían derecho en la vida pública a título de sire.
Huelga decir que la antigua masonería no presumía de demócrata; antes bien, reproducía con extremo rigor las cuatro castas de la India, y sin embargo esta rígida jerarquía tenía como correctivo un principio no menos rigurosamente establecido que es formulado en este dicho:
Bercail, frimacons tous égals
(En la Logia, todos los frimasones son iguales)
Lo que escribían en su lenguaje figurado:
Baie recueille fourmi, chante cigale.
(Baya recoge hormiga, canta cigarra).
Baie recueille fourmi, chante cigale.
(Baya recoge hormiga, canta cigarra).
Es fácil reconocer el argumento de la primera fábula de La Fontaine, pero este tema está tomado de los rebuses del siglo XV. Las logias masónicas creadas por Milton y Cromwell no fueron iniciadas en este secreto, ni en muchos otros, porque estaban formadas por sectarios de todas las procedencias a los que se trataba de hacer marchar juntos bajo las banderas del Protector*.
Sin embargo, también es cierto que les fue revelada una parte notable de las tradiciones de los verdaderos masones, es decir, de las profesiones que hoy se llaman la Coterie du bâtiment, que comprendían la cantería, la carpintería y la cerrajería.
Es por eso que los masones modernos, o pseudo-masones, se relacionaban con los reales, y muchos de ellos, como el pintor David, formaban parte de las dos masonerías.
El número de libros que tratan sobre la masonería antigua es prodigioso, y no menos prodigiosa es su variedad de formas, porque hasta la orden de los jesuitas aportaría muchos, e incluso uno de sus ejemplos más completos lo encontramos en la obra del jesuita Villapando sobre el Templo de Salomón.
Los Papas no solo la toleraron, no solo la protegieron abierta y vigorosamente contra los emperadores bizantinos, quienes la habían extirpado de sus estados, sino que también parecen haber respondido siempre a su llamado cuando invocó su apoyo contra la casa de Austria, sin que parecieran importarle todos los insultos que recibió a modo de agradecimiento, siempre que estos insultos se mantuvieran dentro de los misterios del rebus y del Lanternois.
De modo que los corifeos de esta literatura librepensadora, si alguna vez la hubo, fueron dos monjes: Francesco Colonna y Francois Rabelais, de los cuales ni el uno ni el otro fue nunca perseguido a causa de sus obras, y fallecieron, el primero siendo profesor de teología en Padua, y el segundo siendo cura de Meudon.
Cuando gto lee Gargantúa y el Sueño de Polifilo, cuya sustancia es aún más pagana que la forma, uno se ve obligado a estar de acuerdo en que, hasta la Revolución, la Iglesia Romana era la única confidente y la única depositaria de la libertad de pensamiento, y que este legado, que había recibido de las religiones antiguas a las que había sucedido, lo transmitió fielmente al mundo moderno, para que lo usara a su antojo. Se puede constatar que la libertad de pensamiento solo se desarrolló completa y constantemente en países donde se mantenía el catolicismo, es decir, Italia, Francia y el sur de Alemania, y que sin la Iglesia de Roma se habría sofocado, tanto en Occidente como en Oriente, por el peso del brazo secular.
He dicho que las producciones masónicas son innumerables, y naturalmente, desde el punto de vista artístico tienen un valor muy diferente: hay algunas buenas, algunas mediocres y otras malas, unas interesantes, otras insípidas y otras muy aburridas; aunque adoptan todas las formas literarias posibles, todas están conectadas por un vínculo común, todas están literalmente vinculadas a la mampostería, es decir, la arquitectura y las artes relacionadas a ella.
Este hecho no ha escapado a la observación de quienes han estudiado detenidamente a Rabelais, y no en vano M.P. Rosières comparó su titánica y densa obra con una catedral gótica. Ahora sabemos que el cura de Meudon había estudiado arquitectura con el mismo esmero que las demás artes de su tiempo, y veremos por qué, más adelante.
En cuanto a Francesco Colonna, su antecesor y su maestro, aunque su libro presenta, - mucho más que Gargantúa -, la apariencia de una novela de un estilo calcado exactamente al de todas las novelas de la época, la arquitectura ocupa en él un lugar tan considerable y prevalece tanto sobre todo lo demás, que el autor del Polifilo ha sido clasificado, no sin razón, entre los grandes arquitectos de Italia.
Pero no se puede decir que estas perpetuas descripciones de monumentos imaginarios hacen que su lectura sea muy atractiva para los profanos, y los eruditos prescindirían gustosamente de la intriga amorosa plana y apenas inteligible en la que ha envuelto sus disertaciones masónicas. Además, ninguna pasión política la anima. Es un escritor puramente didáctico, un pozo de ciencia, pero un pozo cuyas aguas turbias no tienen el sabor picante del pozo rabelaisiano, y su obra seguramente se habría beneficiado de haber sido presentada de otra forma, si eso hubiera sido posible durante el tiempo que escribió este dominico. Pero aunque el Papa lo hubiese permitido, el Emperador habría ciertamente hecho ahorcar al autor. Fue, por lo tanto, condenado a la alegoría forzosa, y su alegoría es generalmente pesada y monótona. Sus contemporáneos pasaron por alto este leve inconveniente, porque se trataba de un pozo inagotable, del que todos los que le siguieron, desde Rabelais hasta Goethe, bebieron largamente, y porque su libro era el verdadero Gabinete de Barba Azul, donde se encontraban las claves de todos los misterios del orden social derrocado de arriba abajo por la Revolución del '89.
El Sueño de Polifilo fue, por tanto, el verdadero breviario de todos los artistas y escritores de los siglos XVI y XVII, y es muy fácil reconocer la profunda influencia que ejerció sobre Rabelais y sobre Miguel Ángel, que seguramente debían de sabérselo de memoria. Era un arsenal formidable, en el que Diana de Poitiers, Catalina de Medici y más tarde su hija, Marguerite de Valois, se abastecían de flechas afiladas para su carcaj. Pero cuando este mundo se derrumbó, el buen dominico de Treviso, al no tener ni la malicia ni la originalidad del sarcástico sacerdote de Meudon, se encontró ocultando sus inmensos conocimientos bajo una máscara de galantería banal y equívoca, desprovista de todo atractivo para el profano. De hecho, su Polifilo y su Polia son espectros incoloros a los que les falta absolutamente todo tipo de vitalidad, y cuando uno no tiene la clave de las abstracciones que representan, es imposible seguirlos sin un aburrimiento y fatiga inconmensurables en las aventuras laberínticas de un sueño que parece no tener ni pies ni cabeza. Si a esto le sumamos la pesadez de un estilo cuya pedantería sin tregua y sin piedad ralentiza los andares ya demasiado pesados del idioma bastardo y macarrónico que usaba, se explica fácilmente porque este libro ha quedado relegado a los estantes donde nunca llega la mano. Las dos traducciones francesas que tenemos de él han exagerado más que atenuado los defectos del original.
Sin embargo, si bien ya nadie lee la Hypnérotomachia Polifili, siempre se contemplan con placer sus magníficos grabados en madera que son el verdadero texto de este singular libro, cuya primera edición, impresa en 1499, se vende hoy a precios fabulosos. Es probable que sus planchas sean obra de la mano del propio dominico, porque es indudable que no son las planchas las que se hicieron para el texto, sino que el texto no tiene otro propósito que facilitar la interpretación de aquellas, y que por lo tanto fue realizado posteriormente.
La primera traducción francesa data de 1546 y se atribuye a un caballero de Malta muy versado en el arte de la arquitectura. Es más una imitación que una traducción que debe haber servido, como todas las obras de este género, como formulario de iniciación en algún círculo de estudiosos y artistas, como el que el gran impresor de Lyon, Gryphe había fundado bajo el nombre de Société Angelique, una compañía colocada bajo el patronazgo ultramasónico de Saint Gille, cuyos seguidores habían tomado por cimera la cabeza de un ángel (chef angel). Étienne Dolet y Bonaventure Despériers, que terminaron tan miserablemente, pertenecían como Rabelais a esta sociedad tan extrañamente angelical.
Nadie estaba mejor preparado que Rabelais para traducir el Polifilo, obra hacia la que se sentía muy agradecido, pero la pesadez del estilo de la versión publicada en 1546 por Jean Martin impidió que se le atribuyera. Todo lo que se puede decir al respecto es que apareció al mismo tiempo que el tercer libro de Pantagruel, y que esta concordancia no debe ser accidental, porque el Sueño de Polifilo es un libro concebido de manera que albergue todo tipo de alusiones políticas en sus amplios costados. Todas sus re ediciones coinciden, por tanto, con publicaciones cuyo carácter esencialmente satírico es indiscutible. Jacques Gohory lo reeditó en 1561 sin cambios apreciables para el profano, pero al año siguiente apareció la Île sonnante, atribuida a Rabelais, sin que esta paternidad estuviera probada, ni tan siquiera que fuera muy probable.
Sea cual sea la fidelidad o más bien la infidelidad de estas traducciones francesas, se distinguen por la espléndida belleza de sus xilografías, muy superiores a las del original. Obviamente, la flor y nata de los artistas de la época concurrió en su realización, y sólo nos queda elegir entre Jean Cousin y Jean Goujon, que se encontraban entonces en todo su esplendor, pero quizás deberíamos añadir también a Philibert Delorme, el más culto de los arquitectos de su tiempo, y uno de sus diseñadores más elegantes. Hay muchas razones para creer que la parte arquitectónica es suya, y que tuvo que rehacer las tablas estilo siglo XV, trabajo en el que destacaba, desde el principio, como lo demuestra la pieza de la Chandelle, que Champfleury publicó en su Historia de la Caricatura, y que lleva su firma goliardesca. Las espléndidas apoteosis del final y las marchas triunfales de la isla de Citéra se acercan bastante a la doble simetría de Jean Goujon y son muy diferentes a las fiestas rústicas, que podrían ser de Jean Cousin. Como no tenemos un solo dibujo aceptado como auténtico de estos tres artistas, todas estas hipótesis son por el momento inverificables, pero lo que está más allá de toda duda es la nobleza y la grandeza de estilo de las ilustraciones del Polifilo, que, como debieron de ser muy caras incluso en esa época, dan testimonio de la importancia atribuida a la obra de Francesco Colonna.
II
Estas ediciones fueron reeditadas con un pequeño número de variaciones en 1600 por el famoso Beroaldo de Verville. La reputación de este personaje se ha renovado muy recientemente con la reedición del famoso libro conocido bajo el título Du Moyen de Parvenir, que si no es de Rabelais, debe ser de alguien que no sea el tedioso abad de Saint-Gatien, porque es imposible ser más pesado, más espeso, más ininteligible y sobre todo más soporíficamente aburrido que el prefacio y la nota esteganográfica que añadió a lo que llama pomposamente "la Mesa de ricas invenciones cubiertas con el velo del amor fingido que se representan en el Sueño de Polifilo, desvelado desde las sombras del sueño y sutilmente expuesto por Beroaldo. En París, en casa de Matthieu Guillemot, en el Palacio, en la galería de los Prisioneros, con el privilegio del rey, 1600." Pero si bien Béroaldo no cambió mucho los grabados de 1546, reconoce que no se ciñó al texto de Francesco Colonna.
"Cependant doncques, vous remarquerez, dit-il, que le livre est demeuré françois imité de l’italien, comme il paraît par le titre : Discours du Songe de Poliphile, et le laissant comme il étoit pour le corps, n’avons point voulu y insérer les fables que nous avons trouvées en l’italien, suivant ainsi que nous avons le plus simplement qu’il a été possible ce qui se présentoit. Quant au dessin du tout, il est divers, car on y voit force architecture, en quoi le chevalier maltais étoit trop exagéré : on y rencontre de beaux jardinages, des fontaines et force antiques sculptures, ou par-ci par-là nous avons un petit dilaté, ce qui était trop retranché, oubliant toutefois l’imitation du langage, lequel, si nous eussions pratiqué, eût eu trop mauvaise grâce, attendu que de s’affecter sur l’escorchement des termes et des phrases sentiroit son discours pédantesque, dont l’éloquence est entièrement esloignée de la nostre, laquelle par beaux termes, loin de paroles esgratignées des autres langues, ramasse de naïves façons de parler, en déclarant ce qui est proposé. Et certainement Poliphile eût été de mauvaise grâce et ennuyeux s’il eût été traduit, il se fût rendu importun et peu désirable à ceux qui ne désirent point tant d’artifices. Suyvant ce conseil que j’ay pratiqué à la conférence des livres, j’ay repassé ce que les premiers nous ont donné, redressant ce que par mégarde on avoit laissé échapper, joint que les « affaires occupant les premiers, ils n’ont pas pris garde à tout et n’avoient pas possible l’attention au dessein, telle que je l’ay, quelqu’un par aventure imitera mon occupation et, selon le temps et les humeurs, s’avisera de quelque nouveauté. Outre quelques notes déjà remarquées, je vous diroy que j’ay raccommodé de la lettre aux figures, auxquelles par la faute des tailleurs d’histoires, il y avoit de la discordance, etc."
El resto se pierde en un discurso ininteligible, de lo mas trascendental y fastidioso que se pueda imaginar.
De lo que precede se desprende que, incluso por sus contemporáneos, Colonna no era considerado entretenido y que sólo se concedía una importancia secundaria al texto italiano de su obra. Siendo el texto real las figuras, el otro solo sirve para aclararlo y dar su lectura blasonada. Más adelante veremos que Beroaldo hizo la lectura heráldica del más importante y curioso de estos cartuchos jeroglíficos sobre el cual el propio Colonna había guardado silencio, pero la mayor parte de las veces Beroaldo hizo como sus predecesores, los talladores de historias, y, para introducir novedades, distorsionó a sabiendas sus descripciones, o incluso, como en el lema del famoso almirante, dio la vuelta al dibujo, lo que cambia por completo su significado.
Al soberbio frontispicio de la edición de 1546 se le sustituyó por otro de forma infinitamente menos artística, pero de apariencia totalmente cabalística, en el que, sin embargo, sólo hay una cosa que merece ser citada, es el rainceau* fatal o el myrthe-rain*, que es el jeroglífico del asesinato y lleva una rueda que él llama caos*, en la que advierte a Enrique IV del plan que el mariscal de Biron había elaborado para asesinarlo. Este era el único propósito de este frontispicio, por lo que se eliminó en ediciones posteriores porque ya no era relevante. Aquí está la traducción de esta parte del frontispicio:
Escribouille meurtre n’écrive le Roy
Qu’ait remarquer se trahisse le,
Poignard le venge penser maréchal.
Esta pieza sería perfectamente indescifrable sin la lectura que se da de ella, en un largo y tedioso preámbulo a continuación de su prefacio y titulado Recueil Stéganographique que contiene la inteligencia del frontispicio de este libro. Si alguna vez hubo hueso medular arduo de romper, que contuviera esa suculenta médula de la que habla Rabelais, se trata de éste, porque no es posible leer diez líneas seguidas sin quedarse dormido como un plomo. El autor utilizó el método de Rabelais en su famoso alegato del señor de Humevesne contra su ilustre adversario, pero no tomó prestado su espíritu, y es como si le hubiera quitado la linterna sin encenderla. Sin embargo, cuando, con la ayuda de un trabajo que podría estar a la altura de los de Hércules, se encuentra con que se han limpiado esos desagradables establos de Augias, se puede recoger, bajo ese estiércol, la llave de oro del Sueño de Polifilo servida por una mano muy hermosa, la de Marguerite de Valois, la esposa de Enrique IV (in partibus infidelium). Su firma goliardesca se encuentra en la cabecera del capítulo, en una ornamentada letra mayúscula que no vuelve a aparecer en ningún otro lugar, por lo que fue grabada a propósito para ella. Esta letra mayúscula consta de una I latina o mayúscula (capital), detrás de la cual se ve a un niño arrodillado y encorvado, sosteniendo una margarita en su mano izquierda. Por debajo, una niebla. Aquí está la traducción:
Escrit bulletin, main être parpaillon
Marguerite Colonne d’or l’est Brouillard. (Ce bulletin est écrit de la main de Marguerite parpaillon Colonne d’or Brouillard.)
Boletín escrito, mano estar parpaillon (pair palan)
Marguerite Columna de oro es Niebla.
(Este boletín está escrito de la mano de Marguerite parpaillon Colonne d'or Brouillard.)
Ahora es ella misma quien nos va a explicar qué era esa niebla que dio nombre a una rama muy importante de la Francmasonería que veneraba el sepulcro de un erudito napolitano conocido con el nombre de Pietro Barlieri. Y en primer lugar, al aplicar el nombre de esteganográfico o de escritura secreta a su frontispicio, Beroaldo nos informa de un modo más exacto que nadie sobre el carácter general de las planchas de Polifilo, que no son más que un tratado de esteganografía o de blasón arquitectónico. Porque, según las ideas de la época, era totalmente inseparable de la arquitectura.
Pero el Abad de Saint-Gatien es aún más explícito y confirma plenamente una hipótesis que yo ya había formulado, a saber, que los Goliardos tomaron su nombre del idioma en el que escribieron sus jeroglíficos y que era el galo .
"Nuestros druidas", dice, "nos dejaron por una afortunada cábala, un pequeño rayo de la verdad, que aún se ha mantenido en el orden del recuerdo, practicado en cierto lugar." Este lugar es el Bercail donde se aloja la madre. Desafortunadamente, todo lo demás no está tan claro, ¡ay! y no hay nada más o menos razonable en este revoltijo verbal que esta forma tan poco elegante de designar esteganográficamente a la reina Margarita.
"Oloclirea, objeto universal de amor, que llena el mundo con su nombre, tenía tanta excelencia que, incluso después de ser arrebatada a los mortales, seguirá siendo bien amada, por lo que muchos vendrán a esta cueva, al menos para tener la dicha de respirar el aire en el que vivía este milagro de la naturaleza y maravilla del mundo."
Oloclirea significa en griego hechizo universal, y es un epíteto aplicado a Margarita, es decir verdadera reina sola , en contraposición a Gabrielle d'Estrées que jugó con su marido el mismo papel que Diana con Enrique II, el de pseudo-Reina. Para designarla mejor, Beroaldo dice que después de su muerte, la gente vendrá a oler el aire en una cueva (hume air grotte), lo que hace a Marguerite. En blasón, esta flor significa que me regrette (me echa de menos). Los amantes la consultaban mientras le deshojaban la corola, para preguntarle si se les echaba de menos. "Me echa de menos un poco, mucho, etc." Lo que resulta más elegante que oler el aire en una cueva, un juego de palabras demasiado grotesco que retrata bien al insípido Beroaldo.
Grasset D'Orcet
Glosario:
Bercail: Logia
Brouillard: Niebla
Escribouille: beaux cœurs, que tomaron por
monograma un cœur bleu, une corbeille, un corbeau y principalmente un obelisco cuadrado (carré obélisque), de donde: écribouilles, scribouilles, y en el siglo pasado Skribuler, que nos retornó de Alemania con el sentido de panfletario.
Hypnérotomachia Polifili: Sueño de Polifilo
Oloclirée: Amor universal, reina sola verdadera,
Pair: par, compañero masón
Palan: Maestro, polea fija
Parpaillon: parpaillo ( provenzal) , parpaglione (it.), corrupción de papilo (mariposa lat.), En Rabelais es mariposa (littré)
Polie folle: polea loca (en sentido de movible). Discipulo, aprendiz.
Rainceau: roleo (elemento decorativo que consta de formas enrolladas en varios modos (en caracol, en espiral, etc.), pintadas o esculpidas en capiteles, dinteles, lienzos exteriores de los muros, recubrimientos de monumentos o en manuscritos iluminados, y que contienen fundamentalmente motivos vegetales y, a veces, animales o figuras), arabesco; en este caso la ornamentación de ramas de mirto (Myrthe rain) que recubre todo el retablo.
Sirenés: título común a las tres clases altas en las que solo se admitían nobles, sacerdotes y soberanos, que ostentaban el título de sire.
Sol per Sfogar
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