Las cosas no son tan simples como algunos las presentan en ciertos
artículos de la red. De hecho, uno puede convertirse en un experto en juegos de
palabras y anagramas y en extractor de raíz griega y latina, sin dominar el lenguaje
de los pájaros que apela a esta intuición adquirida a través de la comunión
frecuente con los textos de los viejos maestros. Por otra parte la intuición
correcta es inseparable de una atmósfera hecha de verdad y deseos pacíficos combinados con la compasión tan necesaria para nuestro desarrollo. Si estos
factores determinantes no existieran, los interesantes artículos que se
encuentran en los libros y en Internet habrían entrenado a un ejército de
descifradores expertos y sabemos que ese no es el caso. Ellos practican juegos de
palabras desprovistos de raíces, y que por lo tanto nunca serán vectores de conciencia.
Los que buscan sin preocuparse por su estado de ánimo me hacen pensar en un magnífico barco inmovilizado en los muelles porque no tiene motor, ni timón. Un casco vacío ...
El motor, ¿qué es? Es el de un conocimiento serio del
esoterismo y la espiritualidad no subordinados a las iglesias, sin por ello "comerse
al sacerdote", como los miembros rojo sangre de la difunta S.F.I.O. (1)!
Seamos razonables, en toda investigación y expedición no
hay que emprender la partida sin preparación. En lo que se refiere a la
alquimia, el timón es una familiarización con los términos y las expresiones
que poco a poco van configurando, en nuestro inconsciente, un conocimiento que
escapa al pensamiento materialista.
Dicho esto, este artículo es para todos y es un ejemplo de interpretación
simple de la que podemos extraer ciertas leyes y pautas generales que pueden
ser utilizadas por el lector que desee progresar.
He podido leer detenidamente muchos libros, de los cuales, el estilo y las múltiples referencias me marearon. Es cierto que hay gente
con estómagos grandes en nuestra sociedad, este servidor se encuentra entre los
pequeños cerebros... cerebros de pájaro,
ya que es cierto que mi capacidad de ingestión intelectual se reduce al mínimo
sin por eso caer en la idiotez.
El título de este artículo es breve, pero su significado es inmenso. Este sentido puede captarse, ingerirse sin producir un sobrecalentamiento del cerebro.
Es cierto que tengo la oportunidad de leer en internet exclamaciones
de sorpresa teñidas de reproche. Adivinad de qué me culpan? Me culpan de ser demasiado simple,
demasiado claro.
¡Demasiado fácil! Si, lo embrollado y los discursos nebulosos
se han convertido en referencias. ¿Qué quieren que haga si mi cerebro de pollo
odia esta niebla que tiene el don de hacer que cunda el pánico en mis radares?
Si se sabe generalmente que el lenguaje de los pájaros fue
desempolvado por Grasset d'Orcet y especialmente por las obras del alquimista
Fulcanelli (El misterio de Catedrales y Las Moradas Filosofales) y las de sus
discípulos Eugène Canseliet y René Alleau, no sabemos generalmente que el
nombre Lengua de los ángeles proviene del 15º versículo del capítulo 27
del Corán.
Como mi comprensión es estrecha, yo me limitaría a hablar de aquellos seres alados que cantan en nuestros jardines y de los que revolotean en nuestros sueños. Pero inmediatamente entendemos que estas dos especies de habitantes del aire vuelan muy por encima de las margaritas. Esta particularidad de esos seres alados es contraria a nuestra forma de percibir, explorar y comprender el mundo sin despegar del plano horizontal, trátese de ciencia o de actividad venérea.
Sin miedo a
equivocarme, puedo calificar el lenguaje de los pájaros y de los ángeles como
la lengua por excelencia de la verticalidad.
Ella es la
que nos saca de nuestro laberinto horizontal, explorado por las ciencias materialistas y por
los malabaristas de los
símbolos que cacarean mucho pero nunca ponen huevos.
El lenguaje
de los sabios nos da acceso a otros planos de expresión, como sugiere el
bajorrelieve del gran porche de Notre-Dame de Paris.
Una tarde de verano, en la década de los sesenta, a los pies del palacio arzobispal de Narbona tan querido por Violet Leduc, adquirí El Misterio de las Catedrales del alquimista Fulcanelli.
En el frescor de la tarde, que se elevaba desde el Canal de la Robine, comencé mi lectura. Fue así como me enteré de la interpretación de un medallón en bajo relieve tallado a la entrada de Notre-Dame de Paris, y que según Fulcanelli representa la alquimia:
"...por una mujer cuya frente toca las nubes. Sentada en un trono, sostiene en su mano izquierda un cetro - insignia de soberanía, - mientras que en la derecha sostiene dos libros, de los que, uno está cerrado (esoterismo), y el otro está abierto (exoterismo). Sostenida entre sus rodillas y presionada contra ella el pecho sube la escalera de nueve gradas, - Scala Philosophorum, jeroglífico de la paciencia que deben poseer sus seguidores, durante las nueve operaciones herméticas. - La paciencia es la escalera de los filósofos, nos dice Valois, y la humildad es la puerta de su jardín; porque quien persevera sin orgullo y sin envidia, Dios tendrá misericordia de él." p. 90, Edición de J. J. Pauvert, 1954.
Durante
mucho tiempo me pareció que esta explicación, viniendo de tan brillante Adepto,
era de una brevedad excesiva, o al menos, siempre he tenido ese sentimiento.
Obviamente, no se trata de un reproche, es más bien una impresión personal.
Es como si
el gran Alquimista, desde la puerta del templo sagrado, se protegiera contra sí
mismo y midiera la dificultad de evitar interpretaciones que pudieran ser
perjudiciales para la difusión del espíritu filosófico.
De esta
forma, su análisis del medallón de piedra evita entrar en detalles, muy ricos
en contenido, para deslizarse hacia generalidades, que no dejan de ser muy instructivas.
Su moderación en la exégesis muestra sobre todo el deseo de no correr el riesgo de dañar la indispensable credibilidad tan capital para el resurgimiento del arte de Hermes. Era necesario satisfacer a los intelectuales y a los místicos en un lenguaje adaptado, pero esencialmente tangible para los primeros a pesar de cierta ocultación descifrable por los últimos.
Esto ocurrió
con el fin de poder entregar un mensaje necesario para la toma de conciencia y
el despertar espiritual de las generaciones futuras.
En este sentido, el libro El Retorno de los Brujos de Louis Pauwels y Jacques Bergier (1960), que dio a conocer a su manera a Fulcanelli entre el gran publico, desempeñó un papel revelador al basarse en la necesidad del misterio y de lo maravilloso a la que nuestra especie no es capaz de sustraerse.
Este resurgimiento alquímico, tan bien dirigido por Eugene Canseliet, es fundamental para que el Arte Real asuma actualmente su papel "socio- espiritual" de regenerar aquellos que desean (y desearán en el futuro) con toda su alma sentarse a la derecha de aquel que está en el eterno presente.
En este medallón, las explicaciones que da Fulcanelli son sorprendentemente discretas. Es cierto que la evidencia de esta moderación es tal que el más humilde cabalista que no sea un experto en el lenguaje de los pájaros, - un lenguaje que también se expresa con las esculturas, - puede comprender fácilmente su significado.
Así, el libro de piedra se mantiene abierto con los cuatro dedos de la mano derecha, que expresa la acción de los cuatro únicos elementos capaces de provocar esta apertura que es el de la tierra que se viste de verde. El silencio al respecto es más significativo y muestra que mi sentimiento no es del todo infundado.
Por otro lado el libro cerrado que está debajo del primero, muestra una cerradura (fermoir), que la cábala fonética, basada en la homofonía de sonidos ordinarios y el simple buen oído, se traduce por "verde negro ", lo que subraya la aparición del color verde cerrando el negro.
EL COLOR
VERDE EN ALQUIMIA
Verdor
capital, es verdad (Verdeur capitale il est vrai), pero no reteniendo la atención de otra
medida, como Eugène Canseliet enfatiza en la página 300 de su La Alquimia explicada en sus Textos Clásicos (2):
"En este momento, el alquimista accede a otro nivel: entra en el reino trascendente, aquel que a nadie normalmente interesa. Ahora, no solo sabe que el espíritu del cosmos es de color verde, sino que además comprobó que el esquivo agente de la vida es, sin embargo, ponderable y, en consecuencia, de gravedad material” (Edición 1972, en J. J. Pauvert)
Debemos
afrontar los hechos de la necesaria discreción porque expresarse de otra forma no favorecería al libro
entre los doctos. No se trata, pues, de un descuido por parte de Fulcanelli, sino de una obligación que responde al
espíritu mismo del libro.
Un amigo
mío, que era estudiante de letras modernas, me dijo que un día su maestro
criticó el trabajo de Fulcanelli. Mi amigo asumió un aire ingenuo y felizmente
preguntó al profesor: ¿Entendiste algo sobre este libro? ¡Treinta años después
todavía está esperando la respuesta!
Como ven, la navegación en medio de la niebla de los distintos conceptos de nuestro tiempo, ávido de vaguedades, promueve el surgimiento de una literatura del absurdo.
La inconsistencia inyectada de un estilo indigesto afianzó algunas notoriedades. Si, es posible hablar de cualquier cosa, incluso de la más soberana estupidez, y recibir por premio una corona de laurel. En estas condiciones, cualquier libro de alquimia puede obtener el Imprimatur de la academia ya que tanto los miembros del jurado como los lectores no han entendido nada... Fingir entender algo, sin entender nada en absoluto, es, hoy por hoy, un signo de genialidad. Así es como el escalón más alto del podio de la intelectualidad es conquistado por la estupidez.
"El que
sabe hacer el Trabajo sólo con mercurio ha encontrado lo más perfecto, es decir,
recibió la luz y cumplió el Magisterio ".
Y esta luz,
simbolizada por la letra X del apóstol Andrés, no viene solo del sol, de la
luna o incluso de un espejo. Existe esta luz interior que dio el nombre de
illuminatis a quienes la irradian. La escala de nueve peldaños es la imagen más
explícita a este respecto.
Este ejército celestial no es ordinario ya que está compuesto por nueve corazones correspondientes a los nueve peldaños de la escala central del medallón. Estos son los nueve pasos de nuestra deificación que caracteriza nuestra peregrinación en esta verticalidad encontrada en la escala de Jacob tan bien representada por ese viejo comic alquímico de 1677 desprovisto de palabras, de ahí su nombre Mutus Liber. El libro muestra sin ambigüedad que esta escala lleva a los cielos.
Si el peldaño más bajo corresponde al corazón de los Ángeles, el que es superior a él está ocupado por los Arcángeles. el tercero se refiere a las Principados y la que la precede reúne los Potestades. El quinto designa las Virtudes, el cuarto las Dominaciones, el tercero los Tronos, el segundo los Querubines y el más alto, los Serafines.
Esta escalera de deificación de nuestro ser más profundo encuentra su imagen virtual, su reflejo en la Scala Philosophorum, imagen de las nueve operaciones herméticas de laboratorio. Nada podría ilustrar mejor la correspondencia. Operaciones en el laboratorio versus las del oratorio. No es sólo, por tanto, para ilustrar operaciones concretas que la dama alquimia tiene la cabeza en las ondas celestes. Nosotros entendemos el silencio de Fulcanelli a la hora de expresar tan sublime comparación que no hubiera dejado de despertar la burla de nuestros miserables espadachines siempre dispuestos a ensartar a los que no cumplen con sus criterios de laicismo mal entendido.
En esta jerarquía, los Espíritus del Tiempo, Principados (o Archaea) que los gnósticos llaman eones, son fundamentales porque acceden al historial y por tanto a la memoria que se manifiesta en la materia (mater) en gestación. De hecho, la materia primera de los alquimistas, o "protolito", es el depositario de los eventos de su propia creación, por lo tanto inseparable de la cosmogénesis del sistema solar y del Big Bang universal.
Para percibir este mensaje que nos llega desde los albores de los tiempos, la imagen no es suficiente. Todavía es necesario captar su lenguaje universal que es el de la Piedra angular, o lengua materna. Evidentemente, este lenguaje genético no tiene nada en común con el del psicólogo suizo Jean Piaget.
Este lenguaje primordial permite percibir el significado original de todas las palabras. Esto, por supuesto, antes de la deformación de estas por sus connotaciones sugestivas y culturales. Porque después de estos cambios, correspondientes a enriquecimientos, fueron elaboradas las múltiples variantes de vocabularios y pronunciaciones que caracterizan cada idioma de diferentes países.
Para usar una analogía embriológica, podemos decir que esto es lo que provocó una especie de "mórula (3)" donde cada una de las células representa un lenguaje aparentemente independiente, pero en realidad constituye un único "Organismo" (la mórula) cuyos enlaces intercelulares representan la fonética, y las raíces perennes del griego y el latín. De vez en cuando, los términos deben descomponerse y luego reconstituirse por anagramas. Esta forma de proceder no está exenta de relación con el solve y coagula de los alquimistas.
Esto nos permite beber de la Palabra Perdida, y por lo tanto encontrar el significado original de las palabras y expresiones que describen leyes y actos inmutables necesarios para la iniciación mística, que es el sustrato inalienable del cristianismo bien entendido y de la alquimia en particular.
"Deje la doctrina a los médicos, porque es una asesina de profetas." (Caballero de Aeon)
"En el silencio de las catedrales duermen misterios que hablan sólo con los confidentes de lo indecible." (Caballero de Aeon).
(2) El texto original es: "Verdeur capitale il est vrai, mais ne retenant pas outre mesure l’attention comme le souligne Eugène Canseliet à la page 300 de son alchimie expliquée sur ses textes classiques." Aquí hay un juego de palabras que no logro traducir.
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