domingo, 22 de diciembre de 2024

Sobre la génesis de los yacimientos minerales





Cayó en mis manos un valioso y muy documentado artículo acerca de las ideas y actividades del barón y la baronesa de Beausoleil, alquimistas y rabdomantes franceses del siglo XVII, que se titula Alquimia, minería y cultura popular en el siglo XVII. El origen de los metales y las técnicas de detección de sus yacimientos en las obras de los barones de Beausoleil, escrito por Joaquín Pérez Pariente e Ignacio Miguel Pascual Valderrama.
El texto habla de forma muy extensa acerca del origen de la materia protometálica de cuya existencia da fe la tradición alquímica, y de la que arrancaría toda la génesis de los metales.
También pasa revista a toda una colección de sofisticados artilugios diseñados por los barones de Beausoleil, basándose en las varas de avellano de los zahoríes populares, con el objeto de detectar la presencia de metales en el subsuelo. Artilugios, como veremos, con nombres muy sugerentes.
Mi interés principal en estos textos, es  que me confirman que, hasta entrado el siglo XVIII, los tratados metalúrgicos y los trabajadores de  la minería se basaron en la teoría de la metalogénesis y en otras doctrinas alquímicas, combinadas, a menudo, con creencias de carácter supersticioso. En este post, me propongo hacer una selección de textos relacionados con la materia primera de los alquimistas.






Empezaré transcribiendo una selección de textos de la obra de Martine de Bertereau y Jean du Chastelet, esposos y barones de Beausoleil. Les debemos la autoría de tres libros, Diorismus verae philosophiae, de naturaleza alquímica, escrito por Chastelet en 1627, y los otros dos de la baronesa, el primero de ellos un breve tratado titulado Veritable declaration de la descouverte des mines et minieres de France (1632), y su obra principal, La Restitution de Pluton (1640).


De su biografía tenemos muy poca información. De sus actividades de mineralogía, alquimia y rabdomancia, tenemos noticia a través de sus obras. En ellas se refleja una marcada influencia de las teorías alquímicas sobre la constitución de la materia mineral, y de la metalogénesis.

También les ofreceré una selección de textos sacados de dos escritos anónimos acerca del mismo tema:
"La llave del gabinete hermético", y "La piedra de los Filósofos", ambos tratados de alquimia contemporáneos de los barones de Beausoleil (s. XVII)



 Sobre la génesis de los yacimientos minerales 


"Nadie debe dudar que existe un primer motor y creador de todas las cosas universales, el cual por su potencia incomprensible, ha creado un Espíritu universal en todas las cosas elementales, a fin de que cada una produzca su semejante, es lo que varios han llamado alma vegetal, animal y mineral: lo que se puede probar todos los días en las minas, en las que todos los metales tienen un principio de crecimiento, a causa de un licor vaporoso, que sale de las matrices metálicas, después se forma como un aceite graso, o como la mantequilla, al final del cual encontramos muy a menudo oro y plata fina: Y (cosa más maravillosa para quienes no tienen el conocimiento de este Espíritu en cada especie e individuo,  recogiendo este humor, o liquido aceitoso que está en pequeña cantidad, y proyectándolo sobre el metal más próximo a su naturaleza, la fuerza del fuego le penetrará de tal manera que le convertirá entera y perfectamente en la especie del metal, de la naturaleza y la matriz de donde se extrajo ese humor aceitoso, a saber, si proviene de la matriz del plomo, hará plomo; si de la del cobre, hará cobre; del estaño, estaño; del hierro, hierro; de la plata, plata; del oro, oro. […] Bien es verdad que esta primera materia metálica es muy rara, y conocida por muy poca gente, y lo más a menudo despreciada por los obreros de las minas, que antes prefieren encontrar en la anchura de la veta una cantidad de buena piedra que cortan con los cinceles y el martillo, que recoger lo que les sería inútil y de lo que no tienen ningún conocimiento. 

Es sin embargo cosa bien segura que nuestros antiguos Filósofos a partir de ella han compuesto mediante el arte este gran Elixir tan admirable, que cura todas las enfermedades, y purga los metales de sus imperfecciones, y los lleva al supremo grado de perfección al que la naturaleza tendería con muchos más años. La generación de los metales y minerales, para hablar en términos generales […] se hace por la acción de los cuerpos celestes y de la materia de exhalación cálida y seca, encerrada en las entrañas de la tierra, […] la causa eficiente de las piedras preciosas y de los metales es una, pero la material es diversa; porque cuando la exhalación es vaporosa y terrestre, no pudiendo abrir la tierra para escapar, se espesa y condensa por su frialdad (la de la tierra), […] así esta exhalación cálida y seca se espesa, endurece y se convierte en piedra, y según la diversidad de las venas de la tierra, de las conjunciones de los astros y planetas, y de los diferentes aspectos del Sol y de las Estrellas, […] las piedras son valiosas, o de ningún valor, opacas o transparentes, claras o coloreadas. Los metales al contrario se hacen y componen de un vapor cálido y húmedo, y de un espíritu mezclado con las partes terrestres con las que se une: pues la exhalación vaporosa por efecto del tiempo se consolida por la frialdad de la tierra: Es así como se engendran los metales fusibles, los cuales teniendo una naturaleza más acuosa que terrestre, pueden resolverse por el fuego, cosa que no ocurre con las piedras, que tienen una naturaleza más terrestre, lo que hace que puedan ser rotas fácilmente y reducidas a polvo. […] He dicho que la causa eficiente de los minerales era única, a saber el concurso de las influencias celestes con las cuatro primeras cualidades […] Así pues de la materia primera de los metales que es la tierra con el agua, de donde salen las exhalaciones y vapores: se forma primeramente el mineral imperfecto, crudo, y dispuesto para la cocción, sin embargo siempre fluido, y no fijo, y del cual todos los metales se componen de manera inmediata, y este mineral es el mercurio y el azufre. El mercurio es una sustancia acuosa mezclada estrechamente con una tierra muy sutil. El azufre es una sustancia de aspecto graso, terrestre, sutil y desecada por el calor, y según las diversas uniones de estos dos materiales desecados en las minas, se forman las diversas especies de metales."
 
Martine Bertereau, de La Restitution de Pluton (1640).




                  De la materia en particular

              

 Es una Humedad Untuosa que está encerrada en todos los seres de la Naturaleza, una Materia viscosa y pegajosa. Está oculta tan profundamente en el centro de los Elementos, y los une tan estrechamente que es imposible separarlos sino por un medio que sólo conocen los Filósofos. 

Esta Materia se cubre con el manto de los Elementos y [estos] no tienen ningún poder sobre ella, ni siquiera el Fuego, por violento que sea, siendo fija e inalterable por Naturaleza. Por eso los Filósofos dicen que se mantiene intacta en el Fuego, ella es la Materia Próxima de su Piedra, que inspiró a Basilio Valentín estas admirables palabras: Búscala en las entrañas de la Tierra. Allí hallarás nuestra Piedra escondida y la verdadera medicina. 

Es la Primera Materia de los metales que son más o menos perfectos, según esta se una a una materia más o menos perfecta. Si se une a una materia pura forma el oro, si es menos pura forma la plata, si es aún más impura, forma el plomo, y así sucesivamente; es la Humedad Seca de Geber, que no moja las manos. 

Pero esta Materia, aunque muy fija en su Naturaleza, se volatiliza fácilmente por medio de los Elementos que le sirven de vehículo, y los desarrolla y une sin alterar no obstante su propia Naturaleza, a la manera del Fuego, que, aun mezclándose a todos los seres sigue siendo Fuego, incluso cuando es reducido de la potencia a la acción, al igual que el sol, que, aunque extiende su influencia sobre toda la tierra, sigue siendo siempre sol. Es por eso por lo que es susceptible a las impresiones de los Elementos y a las influencias de los Astros que atrae y retiene. Es el Imán y el Acero de los Sabios.

Se eleva de la Tierra al Cielo y desciende del Cielo a la Tierra, y se llena de las influencias del Cielo, y principalmente de la Gran Luminaria, sirviendo para la multiplicación y generación de todos los seres. Es por medio de ella que reciben su acción y movimiento. Los animales reciben la vida a través de ella y todo lo que está animado en la Naturaleza. El mismo hombre no puede prescindir de ella, pues mantiene su vida y su movimiento, puesto que hace en la Naturaleza la función de la hembra, recibiendo del Cielo y de los Astros, y principalmente del Sol, que es el macho, la acción y el movimiento; ella es como el esperma, la Matriz que recibe la semilla masculina; ella realiza el Matrimonio entre el Cielo y la Tierra, es la que contiene el Fuego Oculto de los Sabios sin el cual el Artista no puede alcanzar el fin del que tratamos en un capítulo concreto. 

De estos dos Espermas, se forma la materia del Mercurio de los Filósofos. Por eso el gran Hermes dice estas admirables palabras: El Sol es su padre y la Luna su madre, el Aire lo lleva en su vientre que es la matriz y el receptáculo. El Cosmopolita dice que está en el vientre del Carnero, entendiendo con El Carnero el comienzo del tiempo primaveral, cuando el Sol entra en este Signo Celeste, que es el de la renovación de este Espíritu que anima toda la Naturaleza. 

Es esta semilla arrojada en el mar de los Sabios, que es nuestro Aire, la que da toda la fecundidad a nuestra Piedra, es esta semilla que ellos saben extraer por medios desconocidos para los químicos vulgares, y saben unir a un Azufre puro; a esta semilla la llaman Mercurio. Por eso dicen que su piedra está compuesta de Mercurio y Azufre puro, y dan al primero el nombre de Luna y al segundo el de Sol. Estas son las dos grandes Luminarias que debéis extraer de la Piedra. El Intercambio del Cielo y de la Tierra está perfectamente descrito por el Cosmopolita, quien, por una comparación os señala lo que debe hacer el Filósofo, que ha de ser el imitador de la Naturaleza que Dios ha formado

 del capitulo segundo de La Llave del gabinete hermético




 

  Sobre la Segunda Materia, o Semilla de los Metales.

 

Todos los filósofos están de acuerdo al afirmar que los metales tienen una semilla a partir de la cual crecen, y que esta cualidad seminal es la misma en todos ellos; pero que, sin embargo, sólo es perfectamente madura en el oro, cuya cohesión es tan grande que es muy difícil descomponer el sujeto y obtenerla para la Obra Filosófica (...) La semilla de los metales es lo que los Hijos de la Sabiduría han llamado su mercurio para distinguirlo del azogue, al cual se parece mucho. Dicho mercurio es la humedad radical de los metales. Cuando es extraído de forma juiciosa, sin corrosivos, ni fundición, contiene en sí una cualidad seminal cuyo estado de perfecta maduración tan sólo se encuentra en el oro. 

En los demás metales se halla en estado inmaduro, como los frutos cuando todavía están verdes y no han sido lo suficientemente macerados por el calor del sol y la acción de los elementos. Hemos observado que la humedad radical contiene la semilla, lo cual es cierto, aunque dicha humedad no es la semilla sino únicamente el esperma en el cual flota el principio vital que no es visible al ojo. Sin embargo, la mente del verdadero artista lo percibe como un punto central de aire condensado, donde la Naturaleza, de acuerdo con la voluntad de Dios, ha circunscrito los principios básicos de la vida de todas las cosas, tanto de lo animal como de lo vegetal y lo mineral. 

En los animales, el esperma se puede ver, pero no en cambio el principio de impregnación que lleva en él: éste es un punto concentrado, para el cual el esperma sirve únicamente como vehículo, hasta que, por la acción y el fermento de la matriz, dicho punto en el que la Naturaleza ha incluido un principio vital, se expande, y es entonces cuando es perceptible en el embrión de un animal. Así, en cualquier fruto comestible (como por ejemplo una manzana), la pulpa o esperma se encuentra en mucha más proporción que la semilla que ésta contiene, e incluso lo que parece ser la semilla es tan sólo una más fina concocción del esperma, que incluye la fuerza vital. Así también, en un grano de trigo, la harina es sólo el esperma, y el origen de su vegetación es un aire que el esperma lleva incluido en él, y al que protege del calor y el frío extremos, hasta que encuentra una matriz adecuada en la que la cáscara se reblandece con la humedad y se calienta por el calor, pudriéndose entonces el esperma que lo rodea y permitiéndole así a la semilla, o aire concentrado, expandirse y romper la cáscara, llevándose consigo en su movimiento una substancia láctea que ha asimilado a ella a partir del esperma putrefacto. A esta, la cualidad condensadora del aire la incluye en una membrana y la endurece en un germen, todo ello según el propósito de la Naturaleza.

Si la totalidad de este proceso de la Naturaleza, portentosa en sus operaciones, no se repitiera constantemente ante nuestros ojos, el simple proceso de la vegetación nos resultaría tan problemático como el de los filósofos. Así pues ¿Cómo podrían si no crecer los metales? y más aún ¿Cómo puede algo multiplicarse sin una semilla? 

Los verdaderos artistas nunca pretendieron multiplicar los metales sin ella, ya que ¿puede acaso negarse que la Naturaleza sigue siempre su orden germinal? Ella siempre hace fructificar la semilla cuando se la coloca en la matriz adecuada. ¿No obedecerá a un ingenioso artista que sabe de sus operaciones y de sus posibilidades, y que no pretende nada que esté más allá de ellas? Un agricultor mejora su tierra con compost, quema las malas hierbas y utiliza diversas técnicas. A través de varias preparaciones macera su semilla, siempre cuidando de no destruir su principio vital, y por supuesto nunca se le ocurrirá quemarla o hervirla, con lo cual muestra más conocimiento de la Naturaleza que algunos que se autodenominan filósofos. 

La Naturaleza, como una madre generosa, lo recompensa con la abundancia de la cosecha, en proporción a la mejora que éste haya conseguido de su semilla y a la calidad de la matriz que le haya proporcionado para su crecimiento. El hortelano inteligente va todavía más lejos. Sabe cómo acortar el proceso de la vegetación, o cómo retrasarlo. Recoge rosas, corta lechugas, y consigue guisantes verdes en invierno. ¿Quieren los curiosos admirar plantas y frutos de otros climas? Él puede producirlos perfectamente en sus invernaderos, y la Naturaleza, queriendo alcanzar siempre su fin, a saber, la perfección de su descendencia seguirá espontáneamente sus indicaciones. 

¡Abrid aquí vuestros ojos, vosotros, estudiosos investigadores de la Naturaleza! Siendo ésta tan generosa en sus producciones perecederas ¿no lo será mucho más en aquellas que son permanentes y que pueden subsistir en medio del fuego? Atención, entonces, a sus operaciones. Si obtenéis la semilla metálica y hacéis madurar con arte aquello que ella lleva muchas eras perfeccionando, no os fallará, sino que por el contrario os recompensará con un incremento proporcionado a la excelencia de vuestra materia.

 (…) no podemos quedarnos silenciosos por más tiempo en relación a la semilla de los metales, y debemos declarar que está contenida en los minerales de los metales al igual que el trigo está en el grano. La torpe locura de los alquimistas (se entiende que el autor se refiere a los llamados "sopladores", no a los verdaderos alquimistas) les ha dificultado el darse cuenta de ello, ya que siempre la han buscado en los metales que son artificiales y no una producción natural, actuando así de manera tan irracional como un hombre que sembrara pan y esperara obtener grano, o que esperara que naciera un pollo a partir de un huevo hervido. 

Más aún, a pesar de que los filósofos han dicho en multitud de ocasiones que los metales vulgares son inertes, sin excepción del oro, aunque resista el fuego, aquéllos nunca pudieron imaginar algo tan simple como que la semilla de los metales estaba contenida en sus minerales, único lugar donde era de esperar encontrarla. Tanto se desorienta y se confunde el ingenio humano cuando abandona la bien definida senda de la verdad y la Naturaleza para enredarse él mismo en la multiplicidad engañosa de sus imaginaciones.

Este descubrimiento causará gran regocijo al investigador de la Naturaleza, puesto que está basado en la razón y en la sana filosofía. En cambio, para los necios será algo vano incluso aunque la misma Sabiduría lo gritara por las calles. Por lo cual, dejando que estos últimos se congratulen en su ilusoria autoimportancia, continuaremos diciendo que los minerales de los metales son nuestra Primera Materia, o esperma que contiene la semilla, y que la clave de este arte consiste en la correcta disolución de los minerales en un líquido que los filósofos llaman su mercurio, o agua de vida, y en una sustancia terrosa, que han denominado su azufre. Al líquido lo llaman su mujer, esposa, Luna y otros nombres, expresando con ello que es la cualidad femenina de su semilla. A la sustancia terrosa la llaman su hombre, esposo, Sol, etc., para señalar su cualidad masculina. En la separación y la debida conjunción de éstos por el calor y con un cuidadoso manejo, se genera una noble descendencia a la que los filósofos han llamado, a causa de su excelencia, la quintaesencia, o la materia en la que los cuatro elementos están tan perfectamente armonizados que producen un quinto elemento que puede subsistir en el fuego, sin desgaste de su materia o disminución de su virtud, motivo por el que le han otorgado los títulos de Salamandra, Fénix, e Hijo del Sol.

  del capitulo V de La Piedra de los Filósofos







  Técnicas de prospección basadas en estas teorías. 



"Y sin llevar este discurso más lejos, yo diría que hay cinco reglas metódicas, que es preciso saber para reconocer los lugares en los que crecen los metales. 
La primera es abriendo la tierra, que es la menor. La segunda por las hierbas y plantas que crecen encima. 
La tercera por el sabor de las aguas que salen del interior o que se encuentran en las Euripes de la tierra. 
La cuarta por los vapores que se elevan alrededor de las montañas y valles a la hora del sol naciente. 
La quinta y última, por medio de dieciséis instrumentos metálicos e hidráulicos, que se explican más adelante: Además de estas cinco reglas y dieciséis instrumentos, hay aún siete varas metálicas cuyo conocimiento y práctica son muy necesarios, de las que los antiguos se han servido para descubrir en la superficie de la tierra los metales que están dentro y en toda su profundidad, y si las minas son pobres o ricas en metal. Así como para descubrir la fuente de las aguas antes de abrir la tierra, si son abundantes, y si el lugar de donde manan es apropiado para hacer girar los molinos y las ruedas, mover los fuelles, lavar los minerales y otros trabajos necesarios de los oficiales de las minas, a fin de que con menores gastos, menos trabajo y tiempo, puedan llevar a buen fin su empresa. 
Estas varas son llamadas y nombradas en las minas de Trento y del Tirol, donde la lengua italiana es común y en uso, Verga lucente, Verga candente o focosa, Verga salense o saltente, Verga batente o forcilla, Verga trepidante o tremente, Verga cadente o inferiore, Verga obvia o superiore."

de La Restitution de Pluton 



"Primeramente, Deben saber Astrología, que se basa en el conocimiento de la Naturaleza y las propiedades del Cielo y de las Estrellas, para que puedan así prever las pestes, las guerras, las hambrunas, las inundaciones de las aguas, para talar los bosques, fundar y construir las minas, componer y fabricar los dieciséis instrumentos y las siete varas metálicas e hidráulicas bajo los ascendentes de los planetas que gobiernan los metales y minerales para cuyo descubrimiento se quieren utilizar. Pues cada planeta, como hemos dicho, gobierna de una manera específica sobre un metal o mineral: como por ejemplo, si se quiere componer la verga lucente, o el gran compás solar con sus esquirlas Geótricas e Hidroicas, para encontrar las minas de oro, y saber si hay agua debajo o encima de la mina, y si pasará a través de alguna otra montaña, o por debajo de algún río, es necesario componerlo, estando el Sol y los otros planetas situados como veréis en la figura del gran compás al final de este libro; y así los otros instrumentos."
 
de La Restitution de Pluton 





                                                          Juan Carlos







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