miércoles, 24 de julio de 2019

Una visión poco ortodoxa del blasón





La lectura de Fulcanelli, Grasset d'Orcet y otros autores, ha cambiado sensiblemente mi manera de ver ciertas cosas. A mi, por ejemplo, los escudos de armas, las figuras heráldicas, con toda su simbología, desde siempre me habían parecido un entretenimiento estéril, propio de mentes estrechas e instaladas en el pasado. En pocas palabras: una perdida de tiempo.  Sin embargo, tras la lectura de algunos libros y artículos de los referidos autores, lo he llegado a encontrar fascinante. No me refiero, naturalmente, ni a la genealogía ni a los títulos nobiliarios, cosas que no tienen el menor interés para mi. Me refiero al blasón como lenguaje jeroglífico. Nos acompañarán en nuestra aventura la música de Rick Wakeman con Sir Galahad, Sir Lancelot y el Caballero Negro, y la de Henry Purcell.






Se ha convenido que el blasón es el arte de componer un escudo heráldico según unas reglas muy precisas. Es un idioma hecho de colores, de figuras y símbolos, que dispone de su propio léxico y de su propia sintaxis.  Basándose en él, los heraldos medievales, que eran una especie de maestros de ceremonias (y también los precursores de los modernos diplomáticos y embajadores), elaboraban los escudos de armas, e interpretaban su significado. 

La heráldica, que se define como la ciencia del blasón, es una disciplina que en nuestros días ha caído en el olvido, y ya casi sólo parece interesarle a personas que viven ancladas en la Edad Media en lo que concierne a sus valores y su visión de la vida. Por eso, a nosotros, hijos de la modernidad, su universo plagado de armaduras, espadas, dragones, flores de lis, etc. nos puede resultar vetusto y anacrónico; un cúmulo de antiguallas que ha perdurado hasta la era digital  sólo porque sigue alimentando la vanidad y la megalomanía de algunos. 



                                            Sastres


Así, de forma automática, tendemos a relacionar la heráldica con la monarquía y la aristocracia, con la caballería medieval, con justas y torneos... y con gente que dedica todo su tiempo al golf, a la hípica y a las subastas de obras de arte.

 Además, muchos heraldistas modernos se encargan de convencernos de que el blasón consiste simplemente en una serie de signos y adornos que decoran los escudos de los caballeros, y que están destinados a identificar su linaje y su grado de nobleza. Y nada más.
Pero, ¿Realmente ese complejísimo lenguaje gráfico y su vasta terminología, han sido creados sólo para eso...?






Existen, sin embargo, otras hipótesis menos ortodoxas, por no decir transgresoras, que enfocan  la ciencia del blasón desde otra perspectiva, que, aparte de ser fascinante, resulta bastante verosímil.

Gérard de Sède en su libro "Vues Hérétiques sur l'Héraldique" señala algunos preconceptos que según él son erróneos, pero que damos por sentados, acerca del blasón: que los escudos heráldicos sean un privilegio exclusivo de la nobleza, por ejemplo, es un prejuicio que nos invita a cuestionar.


                                  Panaderos 


Lo cierto es que, en la Edad Media, podemos encontrar muchos otros ejemplos de emblemas blasonados: cada gremio artesanal poseía su escudo heráldico, así como cada ciudad y país. Incluso la jerarquía del clero hacía ostentación de sus escudos de armas. Es más: gran parte de las obras de arte de la época, se realizó obedeciendo a las reglas del blasón. Y no sólo se podía encontrar en el arte, sino en las mismas calles, en una posada, una taberna, en cualquier esquina:


"Nada sorprende tanto a nuestro modernismo como esas pancartas de taberneros que oscilan sobre un eje de hierro, en las que tan sólo reconocemos la letra O seguida de una K cortada de un trazo, pero el borracho del siglo XIV no se equivocaba y entraba, sin dudar, au grand cabaret. Las hosterías arbolaban a menudo un león dorado en posición heráldica, lo cual, para el peregrino en busca de albergue, significaba que «se podía dormir», gracias al doble sentido de la imagen: au lit on dort, en el lecho se duerme (au lion d'or, el león de oro). Edouard Fournier nos cuenta que, en París, la rue du Bout-du-Monde aún existía en el siglo XVII. Este nombre - añade el autor -, que le venía del hecho de haber estado mucho tiempo muy cerca de la muralla de la ciudad, había sido figurado en jeroglíficos en la enseña de una taberna. Se había representado un hueso (os), un buco (bouc), un búho (duc) y un mundo (monde)." 

Fulcanelli, "Las Moradas Filosofales"



                                  Cerrajeros




Fue a partir del siglo XVII que el blasón empezó a caer en desuso en el ámbito de las artes y de los oficios, sobreviviendo, sin embargo, en los escudos de armas, aunque en estos últimos se fue desvirtuando paulatinamente debido a nuevas aportaciones, que eran, en su mayor parte, fantasías decorativas vacías de contenido.

Así, pues, gracias a los heraldos de armas, la ciencia del blasón se mantuvo viva hasta un tiempo relativamente reciente, aunque finalmente acabara adulterándose.



                                       Relojeros


Si bien la tesis oficial establece que el blasón nació durante (o tal vez poco antes) de la primera cruzada, el erudito y arqueólogo Grasset D'Orcet, en su artículo "Le Noble Savoir" sitúa sus  orígenes mucho más atrás en el tiempo. Asegura además que su uso no fue exclusivo de los heraldos de la Edad Media, sino que, como lenguaje jeroglífico ya era muy utilizado desde la más remota antigüedad:


"Una ciencia que aparece completamente formada en el siglo XI tenía necesariamente una cuna que es muy fácil de encontrar en el arte egipcio, griego y galo. Los innumerables cartuchos de los reyes egipcios son verdaderos blasones; Lo mismo ocurre con los escudos de los héroes y heroínas de Grecia, que nos han llegado en gran cantidad a través de las cerámicas. Los cartuchos egipcios y los escudos griegos también contienen divisas pertenecientes al personaje que los lleva. No hay diferencia entre estos escudos y los de la Edad Media, excepto en que son personales y no hereditarios. La "herencia" es el carácter distintivo del escudo de armas moderno. En cuanto al lenguaje figurativo utilizado por los heraldos de armas, no era de ninguna manera su propiedad exclusiva. Los papas, resistiendo la presión de los emperadores iconoclastas de Bizancio, la habían mantenido en las iglesias para la instrucción religiosa de los analfabetos. Los artistas o creadores de imágenes maestras que compusieron los lemas de caballería fueron los mismos que llenaron nuestros edificios religiosos con capiteles historiados, y del examen de estos textos figurativos se desprende que la escritura heráldica era necesariamente parte de sus secretos profesionales. Pero no estaba permitido divulgar las reglas, y ni el heraldo de armas ni el maestro imaginero han escrito nada sobre este tema, por lo que el secreto se ha perdido en un período de tiempo muy cercano, sin que sea posible decir por qué o cómo".

                                       Carpinteros



De los heraldos de armas hemos pasado a las organizaciones gremiales, y de estas a los maestros imagineros y a los constructores de edificios religiosos


                                         Pasteleros


Pero esta escritura jeroglífica del blasón, al parecer, no sólo se encuentra en los emblemas caballerescos y de oficios o en las catedrales góticas; Fulcanelli, en su libro Las Moradas Filosofales, hace reseña de una serie de mansiones antiguas, decoradas por obras de arte blasonadas, cuyo contenido, en este caso, sería de carácter hermético y alquímico.






Si nos atenemos a esta tesis, el blasón, sería, pues, el lenguaje jeroglífico que, bajo múltiples formas y en distintos idiomas y culturas, ha sido utilizado a lo largo de la historia para transmitir conocimientos de una forma velada. Su última y, a mi juicio,  más pobre expresión, habría sido precisamente la de los escudos de armas de la caballería y la nobleza, cuyo verdadero mérito es el de haber preservado al blasón del olvido. 





                       el Canario


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