Actualmente, dedico gran parte de mi tiempo libre a la lectura de los antiguos - y a veces no tan antiguos - Filósofos por el Fuego, apelativo con el que se ha calificado durante siglos a los alquimistas.
Por años juzgué sus enseñanzas y su lenguaje como algo demasiado enrevesado para mi, y llegué a la apresurada conclusión de que, si me perdía en ese laberinto de palabras, era por no pertenecer al selecto grupo de los "iniciables", a saber, esas personas ungidas por algún ser superior, que, "magia potagia", podían recorrer sin dificultad todos los meandros y vericuetos de esos amarillentos grimorios, comprendiéndolo todo de forma meridiana desde el primer intento.
Fue gracias a la ayuda de un Amigo que comprendí que sólo un empeño desinteresado y un profundo amor hacia esa "aventura poética" -como la llamó Fulcanelli en una de sus obras- que es la Alquimia, podrán, tal vez, convertirnos en iniciables.
Fue a partir de entonces que comencé a leer y releer los antiguos libros, y noto que empiezo a familiarizarme (sólo un poco) con su terminología, sus procesos, e incluso con sus "trampas".
Porque si, también tienen sus trampas. He leído que en los pasadizos en el interior de la Gran Pirámide había trampas para los saqueadores de tumbas. Creo que muchos libros de Alquimia funcionan de una forma muy parecida; al fin y al cabo, según aseguran los mismos alquimistas, si el hombre codicioso llegara a hacer ciertos hallazgos, se adueñaría de ellos sin contemplaciones al igual que el ladrón, los utilizaría para su capricho, y podría hacer cosas espeluznantes con ellos. Siempre recurro a este viejo ejemplo: un cuchillo puede ser muy útil, o muy dañino, dependiendo del uso que se le de.
Para empezar, escucharemos la Suite del Pájaro de Fuego, de Igor Stravinski, con la orquesta Sinfónica de Londres, bajo la dirección de Claudio Abbado. La pintura que encabeza el poema es de mi hermana Paola Catizone. Más abajo encontrarán una colección de emblemas alquímicos, que es obra de Andreas Libavius, médico y alquimista alemán del s. XVI.
Hace un par de días, realizando mis quehaceres, se me fueron ocurriendo unos versos que describirían la primera Obra, es decir, la que persigue la obtención del Disolvente Universal, Obra que, según he podido entender con mis escasas luces sobre el tema, es un ciclo análogo al de las estaciones del año.
Este post se limitará al presente comentario y al poema, pero desearía que los interesados en esta disciplina participaran comentándolo, y, eventualmente, corrigiendo los errores y lagunas que pudiera tener. Aprovecho para agradecer a mis lectores por animarme a seguir compartiendo mis experiencias, incentivado por el elevado número de visitas con el que obsequian este blog.
ALABANZA AL FUEGO
Fuego estival, que a imagen del Averno
Todo lo arrasas, y al asolar la tierra
Tan feroz eres y tan destructivo
Que la calcinas hasta emblanquecerla
Llama otoñal, fogata adormecida
Que mueles en sombríos humedales
Oculta en los rescoldos del Verano
Las hojas secas, los huesos, los metales
Lumbre invernal, etérea y vaporosa
Eres la bruma que la tierra expele
Que al descender, de nuevo cristaliza
Por el rigor del hielo y de la nieve
Pero entre todos los Fuegos naturales
Bendita seas Primaveral hoguera,
Tu, que lo viejo pudres y renuevas,
Y das impulso a la celestial rueda.
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