"Es cosa única y sobremanera admirable la forma en que (el autor) habla la lengua de nuestro país. Es preciso para entenderlo, saber griego, latín, toscano y vulgar (francés). Pero él, que es hombre muy sabio, buscó la manera de que (...) quien fuera docto pudiera entrar por si mismo en el santuario, y que quien no lo fuera, no perdiese la esperanza. Porque si encontrara alguna dificultad para entender la obra, ella está expuesta, sin embargo, con cierta gracia, cómo un vergel lleno de flores variadas, enunciada en un suave discurso, expresado en figuras y presentado a los ojos en forma de imágenes." (de la dedicatoria de Leonardo Crasso a Guido, duque de Urbino).