lunes, 11 de noviembre de 2024

Vulcano y los Cabiros

           


Al hablar de la Alquimia, es inevitable insistir en uno de sus temas centrales, como lo es el Fuego. Cualquiera que hojee un libro de Alquimia, encontrará múltiples referencias a distintos tipos de fuego, diferencia que es dada en ocasiones por su temperatura e intensidad, (fuego de cenizas, fuego de arena, Baño María, etc.) y  otras por  su naturaleza misma: el fuego vulgar, el fuego astral, y Vulcano, el fuego interno, que late en lo más íntimo de la materia. A este último personaje, que la mitología representa como el eterno perdedor, contrahecho y deforme, a quien, sin embargo, recurren a menudo los otros dioses, dedicaré este artículo. Lo dedico también al blog amigo "La huerta de Fulcano", siempre tan lleno de buena música.



    



Hoy entraremos en el desván de los dioses olvidados, donde, como viejos maniquíes, permanecen impasibles, bajo una espesa superficie de polvo, Persefone, Vertumno, Pomona, Céculo o Egeria... no para rendirles un culto absurdo y anacrónico, sino para descubrir su relación con la ciencia hermética. Y en ese sentido tal vez nos sorprendan por su vigencia y  su enjundia. 
Más concretamente, vamos en busca de un dios tullido y deforme, quien, sin embargo, llegó a ser considerado, en algunos ámbitos, el dios supremo: Vulcano, o Hefaistos para los griegos. Para ello, empecemos con lo que nos dice acerca de él el diccionario Mito-Hermético de Dom Pernety:

VULCANO 

Hijo de Júpiter de Juno. Apenas vio la luz del día su padre lo arrojó del cielo a la tierra, al encontrarlo demasiado feo y deforme. Vulcano cayó al mar, donde Tetis, la de los pies de plata, hija del viejo Nereo, lo recogió, confiando su educación a sus hermanas (Homero). Cuando Vulcano fue mayor se estableció en la isla de Lemnos. Casó con Venus, y con una de las Gracias*. Cicerón refiere muchos Vulcanos. «El primero  -dice-, era hijo del Cielo, El segundo, del Nilo; los egipcios le consideraban uno de sus grandes dioses, el primero de ellos y su dios tutelar, al que llamaban Opas. El tercero era hijo de Júpiter y Juno, o solo de Juno, según Hesíodo; El cuarto era hijo de Menalio. Los griegos consideraban a Vulcano como el dios de los Herreros, siendo herrero él mismo. Esa es la idea que de él nos da Diodoro de Sicilia, cuando dice que este dios fue el primer autor de los trabajos en hierro, bronce y oro, en una palabra, de todas las materias fusibles. 

Todas las obras de ese dios eran obras maestras, como por ejemplo, el palacio del Sol, la silla con resortes que envió a Juno, para vengarse de ella, y en la que esta diosa quedó aprisionada como en una trampa, el cinturón de Venus, la cadena imperceptible con la que retuvo a esa diosa mientras estaba con Marte, el collar de Hermione, las armas de Aquiles y las de Eneas, la corona de Ariadna, el famoso perro de bronce que Júpiter regaló a Europa; a Pandora, aquella mujer que causó tantos males a la tierra, los címbalos de bronce que regaló a Minerva, que a su vez dio a Hércules para que cazara los pájaros del lago Estimfalo y, en fin, su propia casa de bronce. 

Los egipcios son quienes han honrado a este dios con un mayor sentimiento de magnificencia y dignidad. En Menfis le elevaron un templo soberbio y una estatua colosal de setenta y cinco pies de altura.

 Los reyes de Egipto fueron considerados durante mucho tiempo capellanes al servicio de ese templo. El buey Apis era, allí, alimentado con muchos cuidados. El león le estaba consagrado. 

No es sorprendente que se haya considerado a Vulcano como dios de quienes trabajan los metales, dado que él es el fuego mismo que se forma en las entrañas de la tierra. las obras maestras que se le atri- buyen son obras puramente fabulosas que indican las cualidades de ese dios y la misma manera de representarle, con un bonete azul, es muy remarcable. ¿No sería acaso por la misma razón que se atribuye a Neptuno una especie de manto azul? Vulcano es el fuego de los filósofos herméticos, por eso Hermes y los egipcios lo amaban con tan gran veneración."  

 * Aglaia", que significa esplendor, belleza. 


Dice el mismo autor, en su obra "Fabulas egipcias y griegas": 

Entre los egipcios, Vulcano fue considerado el más antiguo y el más grande de todos los dioses, porque el fuego es el principio activo de todas las generaciones. Todas las ceremonias de su cultos, fueron instituidas para hacer alusión al arte secreto de los Sacerdotes, y el principal y único agente operativo de este arte, siendo el fuego, tuvo en Menfis el más soberbio de los templos, con el nombre de Opas,  y le veneraban como su protector.  Los griegos, que ponían más atención a la belleza de la obra que a la del obrero, no le hicieron a Vulcano todo el caso que le hicieron los egipcios. 
Impresionados por la abundancia de azufre que la isla de Lemnos ofrecía, y considerando al azufre como el principio o la materia del fuego, ellos determinaron que Vulcano había residido en aquella isla, como lo hicieran los romanos estableciendo las forjas del dios en el monte Etna."
 
"el fuego común difícilmente podría haber sido suscitado por el agua que lo sofoca y extingue, aunque es correcto decir que el agua es en cierto modo el alimento del fuego. 
Los egipcios pensaban, pues, en el fuego filosófico, y este fuego es de diferentes especies, según los Discípulos de Hermes. Artefio* es quien habla de él más extensamente, y lo describe mejor. Nuestro fuego, dice este autor, es mineral, es igual, es continuo, no se evapora si no se le excita demasiado, participa del azufre; se toma de otra cosa que la materia; lo destruye todo, se disuelve, se congela y se calcina, y hay artificio en encontrarlo y fabricarlo, y no cuesta nada, o al menos muy poco. Además, es líquido, vaporoso, digestor, alterador, penetrante, sutil, aéreo, no violento, incombustible, o que no quema, envolvente, continente, único. Es la fuente de agua viva que rodea y contiene el lugar donde se bañan el Rey y la Reina. Este fuego húmedo llena toda la obra, al principio, en medio y al final, porque todo el arte está contenido en este fuego. También hay un fuego natural, un fuego no natural y un fuego no natural que no arde. Y finalmente para complementar, hay un fuego caliente, seco, húmedo y frío. El mismo Autor distingue los tres primeros en fuego de lámpara, fuego de ceniza y fuego natural de agua filosófica. Este último es el fuego contra natura, que es necesario durante todo el transcurso del trabajo; en cambio, dice que los otros dos sólo son necesarios en ciertos momentos, Ripley, después de haber enumerado estos mismos cuatro fuegos, concluye así: Haz un fuego en tu vasija de vidrio, que arda más eficazmente que el fuego elemental. 
Raymundo Lulio, Flamel, Gui de Montanor, d'Espagnet y todos los filósofos se expresan casi de la misma manera, aunque con menos claridad. D'Espagnet recomienda huir del fuego elemental o de nuestras cocinas, como el tirano de la Naturaleza, y lo llama fratricidio. Otros dicen que el Artista nunca se quema los dedos y no se quema las manos con carbón o humo. Por lo tanto, debemos concluir que quienes cambian su dinero por carbón sólo deben esperar cenizas y humo, y no deben esperar otras transformaciones. Estos sopladores, por tanto, no conocen a Vulcano ni el fuego filosófico. 
A pesar de todo el mal humor del Conde Noel hacia los químicos, admite que los Antiguos habían fijado la estadía de Vulcano en Lemnos, porque el suelo de esta isla es cálido y medicinal. De allí nos traen la tierra helada, que entre otras propiedades, dice este autor, tiene la de matar gusanos, y la de ser un buen antídoto contra los venenos. Si Vulcano es el fuego hermético necesario durante el curso de la Obra, cuando menos en ciertos temas debemos ver por qué la fábula supone que fue expulsado del cielo y alimentado por las Nereidas. Ni siquiera será difícil adivinar para quien haya leído atentamente lo que hemos dicho anteriormente sobre el cielo, la tierra y el mar de los Filósofos. Veremos de qué están hechas las armas de los Dioses y los rayos de Júpiter que hizo Vulcano. La separación de lo puro de lo impuro, que se realiza por su medio, anuncia claramente la victoria que los Dioses obtuvieron sobre los Titanes. Este llamado herrero es el único que puede encargarse de fabricar el cetro de Júpiter, el tridente de Neptuno y el escudo de Marte, con el collar de la Armonía, y el perro de latón** de Procris que hay que transformar en piedra, porque es el agente principal de la segunda Obra, y que sólo él es capaz de dirigir el latón** filosófico a la perfección de la piedra de los Sabios. 
La fijeza del material de la obra en este estado dio lugar a la ficción de la silla dorada que Vulcano presentó a Juno: porque siendo una silla hecha para descansar, se podría naturalmente pretender que Juno, que dijimos que era un vapor volátil, se detuvo allí, cuando este vapor se fijó en el oro o en la materia fija de los filósofos. Vulcano le hace esta jugada a su madre para vengarse por haberle ella hecho caer del Cielo sobre la isla de Lemnos. 

La tierra ígnea de los Sabios, luego de haber ocupado la parte superior del Vaso, volatilizándose con el vapor del que acabamos de hablar, cae al fondo donde se forma como una especie de isla en medio del mar. Aquí es donde actúa, y envía su fuerza a todo el resto de la materia, tanto acuosa como terrestre. Es en este mismo lugar donde se apresuró Broteo, hijo de Vulcano. 

Los nombres de los compañeros de este dios indican la cualidad ardiente e ígnea de la materia, ya que representan el relámpago, el trueno y el fuego. Pero Vulcano tuvo un hijo fértil llamado Ardale, quien hizo el Templo de las Musas; porque el fuego filosófico, actuando sobre la materia, la volatiliza en vapores que caen como lluvia. Fue Ardale quien construyó entonces el Templo de las Musas, ya que procedía de αρδω, irrigo, y las propias Musas sólo hacían las partes acuosas y volátiles. Finalmente, si se dice que Vulcano está cojo, es porque el fuego del que es símbolo no es suficiente por si solo."


* arte secreto
** Airain, en el original: El uso del término alude muchas veces al bronce y al latón , y en general a todo lo que sale de los talleres de fundición o forja.

  
¿Son los antiguos mitos simples cuentos de viejas, cuya finalidad era la de adormecer a sus nietos al amor de la lumbre?
Un curioso libro, "La Concordancia-mito-físico-cabalo-hermética" que llegó a mis manos gracias a MM. me invita a pensar que no. Veamos un par de citas reveladoras:


"Plutarco, teólogo y físico griego, dijo que la antigua teología de los griegos no era más que un discurso de Física Natural, oculto bajo el velo de las fábulas. Incluso trata de explicarlo diciendo que Latona era la noche, Apolo el sol, Júpiter el calor. Añade que los egipcios decían que Osiris era el sol, Isis la luna, Júpiter el Espíritu Universal difundido en toda la naturaleza, y Vulcano, el fuego."  
 

"Lo que está arriba es como lo que está abajo: son las alas colocadas en los pies de Mercurio y las que están sobre su cabeza. El alimento que Vulcano le administró hizo nacer las primeras; Júpiter, por mediación de Juno que es el aire, le dio las segundas; pero como el fuego Celeste representado por Júpiter y el fuego Central representado por Vulcano dependen de la misma raíz, y Vulcano antes de ser precipitado a la tierra estaba en los cielos, se debe concluir de ello que el fuego central procede del fuego vital celeste por la circulación eterna que Dios ha impuesto a este último y, por consiguiente, que lo que está arriba es como lo que está abajo."


                                



Y en este post dedicado a un dios tan oscuro y luminoso a la vez, no puedo dejarme atrás a los Cabiros, divinidades del inframundo relacionadas con la forja de los metales, e íntimamente relacionadas con Vulcano.

Los Cabiros o Cabirios (en griego antiguo Κάβειροι Kabeiroi) eran un grupo de enigmáticas deidades ctónicas, probablemente de origen frigio o pelasgico, vinculadas a la metalurgia. Fueron venerados en un culto mistérico que tuvo su centro en la isla de Samotracia (Grecia). Sus misterios estuvieron estrechamente relacionados con el mito de Hefesto (Vulcano) y se extendió rápidamente por todo el mundo griego durante el período helenístico, siendo finalmente adoptado por los romanos. Debido al alto secretismo que rodeaba esta religión mistérica, No se sabe casi nada de lo que ocurría dentro de sus santuarios.


De hecho, en Samotracia, sólo el sacerdote tenía derecho a entrar en su templo; Además, como deidades de un culto de misterios, no podían ser nombradas impunemente. Heródoto afirma que hay un santuario de los Cabiros en Menfis. Parece ser que los cuatro (o tres) Cabiros eran hijos de Cabiro (Cabeirô) y de Hefesto (Vulcano), de quien heredaron, además de las deformaciones físicas, todos los conocimientos en fuego y metales. También son invocados por los agricultores para que los campos produzcan buenas cosechas y por marineros contra los naufragios. Por lo tanto, pueden ser confundidos con los Dioscuros. Cuando su culto fue introducido en Roma, los Cabiros fueron venerados como "grandes dioses" o "dioses todopoderosos" y parece que se les llegó a identificar con la tríada Júpiter-Minerva-Mercurio.





                            



Para acabar, comparto un pequeño fragmento de esa inmensa catedral hecha de símbolos y misterios que es la obra de Fulcanelli, concretamente de Las Moradas Filosofales, que nos muestra cual es la visión tradicional de la alquimia acerca del Fuego:

"Pretender que el fuego proviene de la combustión es establecer un hecho de observación corriente sin dar explicación. Las lagunas de la ciencia moderna se deben, en su mayor parte, a esta diferencia, querida o no, en relación con un agente tan importante y tan universalmente extendido. ¿Qué pensar de la extraña obstinación que observan ciertos sabios al desconocer el punto de contacto que constituye y el vínculo de unión que realiza entre la ciencia y la religión? Si el calor nace del movimiento, como se pretende, ¿quién, pues -nos preguntaremos-, genera y mantiene el movimiento, productor de fuego, sino el fuego mismo? Círculo vicioso del que materialistas y escépticos jamás podrán escapar. Para nosotros, el fuego no puede ser el resultado o el efecto de la combustión, sino su causa verdadera. Por su desprendimiento de la materia pesada, que lo tenía encerrado, el fuego se manifiesta y aparece el fenómeno conocido con el nombre de combustión. Y ya sea ese desprendimiento espontáneo o provocado, el simple buen sentido nos obliga a admitir y a sostener que la combustión es el resultado del desprendimiento ígneo y no la causa primera del fuego. Imponderable, inasible y siempre en movimiento, el fuego posee todas las cualidades que reconocemos en los espíritus. Sin embargo, es material, pues experimentamos su claridad cuando brilla, e incluso a oscuras nuestra sensibilidad nos denuncia su presencia por el calor que irradia. Pues bien, la cualidad espiritual del fuego ¿no nos es revelada acaso en la llama? ¿Por qué ésta tiende sin cesar a elevarse, como un verdadero espíritu, pese a nuestros esfuerzos para obligarla a dirigirse al suelo? ¿No se trata de una manifestación formal de esa voluntad que, liberándola de la influencia material, la aleja de la tierra y la acerca a su patria celeste? ¿Y qué es la llama, sino la forma visible, la signatura misma y la efigie propia del fuego? Pero lo que sobre todo debemos tener en cuenta, otorgándole la prioridad en la ciencia que nos interesa, es la elevada virtud purificadora que posee el fuego. Principio puro por excelencia y manifestación física de la pureza misma, señala así su origen espiritual y descubre su filiación divina. Comprobación ésta bastante singular, la palabra griega pur, que sirve para designar el fuego, presenta exactamente la pronunciación del calificativo francés pur (puro). Asimismo, los filósofos herméticos, uniendo el nominativo al genitivo, crearon el término pur-puros, el fuego del fuego, o, fonéticamente, lo puro de lo puro, y consideraron el purpura y el pourpre francés (púrpura) como el sello de la perfección absoluta en el propio color de la piedra filosofal. 

Las Moradas Filosofales, EL MARAVILLOSO GRIMORIO DEL CASTILLO DE DAMPIERRE 





             JUAN CARLOS







2 comentarios:

  1. El planeta que se creyó que existía entre Mercurio y el Sol, llevaba el nombre de Vulcano. Algunos lo siguen buscando, pero parece que quedará en hipótesis

    Abrazos

    ResponderEliminar