miércoles, 21 de septiembre de 2022

El Hilo de Ariadna III





Tras una breve ausencia, debida al haber dado con mis huesos en algunas casillas digamos difíciles de este juego de la Oca que es la vida cotidiana, aquí estoy de nuevo, robándole tiempo al tiempo para comentarles un párrafo más del  texto de Naxágoras. Insisto en que esta es mi propia lectura, y que puede estar totalmente equivocada. Si bien pequeño, es un párrafo muy enjundioso, y da mucho de si: en el se empieza a describir la obra alquímica, y sus agentes.









Texto:

I. Un bourg, nommé Hartsmanngrünn, près de

Zwickau. Sous le bourg, il y a beaucoup de

bons grains. La mine y est en veines.







Traducción: 

I. Une scorie surnage formé par le feu, des parties pures de la Matière minérale vile. Sous la scorie, on trouve une eau friable granuleuse. C’est la veine ou la matrice métallique. 




Comentarios: 


Scorie: boue (Bourg). Boue significa basura, lodo, desecho, que es sinónimo de escoria.

Como se dijo en otra ocasión, figuier, en griego, se dice "sijé"(homófono de Zwickau), de "sijon", figue (l’emblème alchimique de la substance passive, chaotique, aqueuse) .

 Hart = Alt (anciano: en cábala fonética he visto que en muchos casos se sustituye la R por la L) + S + Mann (hombre) + Grûnn (verde).  Fulcanelli dedica un capitulo entero al hombre de los bosques, el Greenman anglosajón. Es el "anciano verde",  del que habla en estos términos en "Moradas, El Hombre de los Bosques":

"Este hombre simple, de cabellos abundantes y mal peinados, con barba inculta, este hombre de la naturaleza al que sus conocimientos tradicionales empujan a menospreciar la vanidosa frivolidad de los pobres locos que se creen sabios, domina desde lo alto a los otros hombres como domina el montón de piedras que pisotea. Él es el iluminado porque ha recibido la luz, la iluminación espiritual. Tras una máscara de serenidad indiferente, conserva su mutismo y coloca su secreto al abrigo de las vanas curiosidades, de la actividad estéril de los histriones de la comedia humana. Es él, ese personaje silencioso, quien representa para nosotros el miste antiguo (del griego Mistes, jefe de los iniciados), encarnación griega de la ciencia mística o misteriosa (mysterion, dogma secreto, esoterismo. Pero al lado de su función esotérica, que nos muestra lo que debe ser el alquimista, sabio de espíritu simple y escrutador atento de la Naturaleza, a la que tratará siempre de imitar como el mono imita al hombre, el hombre de los bosques revela otra. Y ésta completa aquélla. Pues el loco, emblema humanizado de los hijos de Hermes, evoca aún el mercurio mismo, única y propia materia de los sabios. Es ese artifex in opere del que habla el himno de la Iglesia cristiana, ese artesano escondido en el centro de la obra, capaz de hacerlo todo con la ayuda exterior del alquimista. Es él, pues, el dueño absoluto de la Obra, el trabajador oscuro y jamás ocioso, el agente secreto y el fiel o leal servidor del filósofo.(...) En cuanto al medio por el cual el mercurio filosófico se da a conocer y puede ser identificado, vamos ahora a descubrirlo.

 En un viejo almanaque que, con las Clavículas de Salomón y los Secretos del Gran Alberto, constituía antaño lo más obvio de la impedimenta científica de los mercachifles, se encuentra, entre las láminas que ilustran el texto, un singular grabado en madera. Representa un esqueleto rodeado de imágenes destinadas a marcar las correspondencias planetarias «con las de las partes del cuerpo que las afectan y dominan». Pues mientras el Sol nos ofrece, con este propósito, su faz radiante, y la Luna, su perfil engastado del creciente, Mercurio aparece bajo el aspecto de un loco de corte. Se le ve tocado con un capuz de peregrino con orejas puntiagudas -como los capiteles que hemos señalado en la base de las figurillas- y sosteniendo un caduceo a guisa de cetro de bufón. A fin de que no haya lugar a interpretaciones erróneas, el artista se ha tomado el trabajo de escribir el nombre de cada planeta bajo su propio signo. Se trata, pues, de una verdadera fórmula simbólica utilizada en la Edad Media para la traducción esotérica del Mercurio celeste y del azogue de los sabios. Por lo demás, basta con recordar que la palabra francesa fou (loco; antes se decía fol) procede del latín follis (fuelle), soplillo para el fuego, para evocar la idea del soplador, epíteto despectivo dado a los espagiristas medievales. Incluso más tarde, en el siglo XVII, no es raro encontrar, en las caricaturas de los émulos de Jacques Callot, algunos grotescos ejecutados con el espíritu simbólico cuyas manifestaciones filosofales estudiamos nosotros. Conservamos el recuerdo de cierto dibujo que representaba a un bufón sentado con las piernas cruzadas en X y disimulando tras su espalda un fuelle voluminoso. No cabría mostrarse sorprendido, pues, de que las sabandijas de la corte, muchas de las cuales se han hecho célebres, tuvieran un origen hermético. Su atavío abigarrado, sus extraños perifollos -llevaban a la cintura una vejiga que llamaban linterna-, sus brincos y sus mixtificaciones lo prueban, así como ese raro privilegio, que los emparejaba con los filósofos, de decir, impunemente, atrevidas verdades. Por fin, el mercurio, llamado loco de la Gran Obra a causa de su inconstancia y volatilidad, ve confirmado su significado en la primera lámina del tarot, llamada el loco o el alquimista. Por añadidura, el cetro de los locos, que es positivamente un sonajero (crotalon), objeto de entretenimiento de niños pequeños y juguete de la primera edad, no difiere del caduceo. Los dos atributos ofrecen una evidente analogía entre sí, aunque el cetro del bufón exprese, además, esa simplicidad innata que poseen los niños y que la ciencia exige a los sabios. Uno y otro son imágenes semejantes."

En cuanto a la letra S,  representaría el ensamblaje, la unión de los contrarios (L’assemblage formé par le feu): 

Dice Fulcanelli, casi al final de su  Misterio de las Catedrales: "La letra S, que adopta la forma sinuosa de la serpiente, corresponde a la ji (X) de la lengua griega y toma de ella su significación esotérica.

Y en las Moradas Filosofales, en el capitulo dedicado a Louis D' Estissac, a propósito de la ji (X)

"Ahí está el gran símbolo de la luz manifestada que se indica por la letra griega C (chi; suena como nuestra jota), inicial de las palabras jone, jrisos, y jronos, el crisol, el oro y el tiempo, triple incógnita de la Gran Obra. La cruz de san Andrés (jiasma), que tiene la forma de nuestra X, es el jeroglífico, reducido a su más simple expresión, de las radiaciones luminosas y divergentes emanadas de un hogar único. Aparece, pues, como la gráfica de la chispa. Puede multiplicarse su irradiación, pero es imposible simplificarlo más. Estas líneas entrecruzadas dan el esquema del centelleo de las estrellas y de la dispersión radiante de todo cuanto brilla, alumbra e irradia. También se han convertido en el sello y la marca de la iluminación y, por extensión, de la revelación espiritual. El Espíritu Santo es siempre figurado por una paloma en pleno vuelo, con las alas extendidas según un eje perpendicular al del cuerpo, es decir, una cruz. Pues la cruz griega y la de san Andrés tienen, en hermética, un significado exactamente parecido. Se encuentra con frecuencia la imagen de la paloma completada por una gloria que viene a precisar su sentido oculto, como puede verse en las escenas religiosas de nuestros primitivos en muchas esculturas puramente alquímicas. La X griega y nuestra X representan la escritura de la luz por la luz misma, la señal de su paso, la manifestación de su movimiento y la afirmación de su realidad. Es su verdadera firma. Hasta el siglo XII, no se utilizaba otra marca para autentificar los viejos documentos; a partir del XV, la cruz se convirtió en la firma de los iletrados. En Roma, se señalaban los días fastos con una cruz blanca y los nefastos, con una cruz negra. Es el número completo de la Obra, pues la unidad, las dos naturalezas, los tres principios y los cuatro elementos dan la. doble quintaesencia, las dos V fundidas en la cifra romana X del número diez. En esta cifra se encuentra la base de la cábala de Pitágoras o de la lengua universal, de la que puede verse un curioso paradigma en la última página de un librito de alquimia. Los bohemios utilizan la cruz o la X como signo de reconocimiento. Guiados por este gráfico trazado en un árbol o en cualquier pared, acampan siempre en el lugar que ocupaban sus predecesores, junto al símbolo sagrado que llaman Patria."



El hombre de los bosques, lleva en su mano un cetro, relacionado con el caduceo, la varita mágica, la espada (Excalibur), etc. que une los contrarios (caduceo) = fuego, que une  las S (partes puras).

II) Sous la scorie, on trouve une eau friable granuleuse. C’est la veine ou la matrice métallique: 

Debajo de la escoria: bEAUcoup de bons grains: EAU friable (que se desmenuza facilmente: de couper, cortar, partir) et granuleuse.


Resumiendo este breve párrafo: Después de separar la escoria de las partes puras por el fuego, hay que realizar la  unión de estas últimas por medio del mismo (S). De ahí resulta un agua granulosa. Esta agua es la matriz de todos los metales. 


Quiero agradecer de antemano vuestros comentarios, animándolos a cuestionarlo todo y a corregir mis errores. Continuará.












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